– ¿Sabe por qué le estamos interrogando? – preguntó Lee.
Barry meneó la cabeza, esbozando una sonrisa.
– Me escucharon hacer esas bromitas – respondió.
– ¿Por qué se burla de su compañera fallecida?
– Porque yo no estoy muerto, porque no me tocó.
– Tiene una seria falta de empatía, señor McKenna.
Barry se tocó el pecho, como ofendido y luego asintió con la cabeza.
– Sí, puede preguntárselo a mi psiquiatra.
Lee desvió la mirada, sin saber qué decir.
– Tengo trastorno antisocial de la personalidad – contestó –. Entiendo que sospeche de mí, todo me lo estoy tomando como con mucha ligereza, pero es que así soy. Lo siento. Voy a terapia conductual, puedo pasarle el contacto de mi doctor.
Mirándolo intensamente, el detective miró de nuevo a Barry.
– Ustedes son un grupo muy peculiar de amigos.
– ¿Le sorprende? Creo que en universidad es cuando uno encuentra a su gente.
– ¿A qué se refiere?
Barry se retiró un mechón de pelo de la frente.
– Mire, estudiamos humanidades – dijo Barry –. Para ser un abogado o político exitoso, tienes que ser un poquito de sociópata para funcionar.
Lee asintió, sorprendido.
– Entonces, ¿usted mantuvo una relación con la señorita Fernández?
Barry asintió.
– ¿Qué tal? ¿Terminaron bien?
– Nunca empezamos nada y nunca terminamos nada – señaló Barry.
– ¿Ella nunca quiso una relación con usted?
Barry esbozó una sonrisa.
– Mire, sé a lo que viene. Me va a preguntar que si estaba enojado con ella, obsesionado y que por eso la maté. Pero no, yo no la maté. Fui a un concierto con mi amigo Jack, de Playboi Carti.
Lee asintió.
– Eso veremos, Barry.
Barry se levantó.
– Si me necesita, ya sabe dónde buscarme.
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Por favor, señor Ghostface
FanfictionUn asesino misterioso comienza a acechar a un grupo de jóvenes universitarios.