Salir con Vida

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Damon arrastró al detective Lee al interior del edificio de dormitorios. Golpeó puertas de las estancias en busca de tan siquiera un solo estudiante o personal en el área hasta que a través de una puerta un chico le dijo que había llamado a la policía, pero éste le avisó que no saldría de la habitación por seguridad. Damon se quedó junto a Hugo Lee, revisando constantemente que él siguiera respirando. Al cabo de quince minutos, luces azules y rojas iluminaron. Respiró aliviado.

Un par de policías apuntaron a Damon con armas a la hora de acercarse. Nilsen se puso en pie levantando las manos, resignado. Cuando iba a ser esposado, una mano sostuvo con firmeza el tobillo de uno de los oficiales, era Hugo. El detective negó con la cabeza.

– Nuestro sospechoso acaba de fugarse en un Chevy robado, Impala negro con placas HMT-1998 – dijo –. Desplieguen unidades ya.

Lee se tambaleó y fue ayudado por el otro oficial. Ambos asintieron y uno de ellos comenzó a hablar por el intercomunicados.

– Vamos a la ambulancia – le dijeron.

Lee negó.

– Estoy bien, sólo un poco aturdido.

Tomó a Damon por el hombro y asintió, esbozando una sonrisa.


– Detective – llegó uno de los oficiales y señaló el tablero de la patrulla. Había la reproducción de una llamada y comenzó a sonar la horrible voz mecánica.

– "Hay una serie de bombas colocadas cuidadosamente en el interior de los dormitorios de la universidad del estado. Yo mismo llevo el detonador conmigo mismo, la población de estudiantes por el momento es mínima, pero el caos valdrá la pena. Quisiera agregar que tengo un asunto pendiente con el detective Hugo Lee, si no quieren que vuele el edificio en miles de pedazos, será mejor que él se encuentre conmigo en la antigua fábrica de autos, a la orilla de la ciudad. ¿Olvidé mencionar que también coloqué un par de bombas fuera del hospital memorial donde se encuentra Anthony Onisse? Por cierto, me lo llevé conmigo. De ustedes dependerá la vida de inocentes, así que hagan lo que les ordeno con sumo cuidado. Nada de SWAT ni fuerzas especiales".

Hugo subió asintió.

– Llamen al equipo antibombas, que evacúen el hospital y el edificio ahora mismo – ordenó.

Damon se acercó a Lee, totalmente consternado.

– El que llamó a la policía cuando usted estaba inconsciente... Ya no está – avisó.

– ¿Qué..? – Lee abrió los ojos como platos.

– Era el asesino – dijo Damon.

– Detective, encontraron el Chevy – dijo otro policía.

Comenzaron a escucharse más sirenas de policía. Alumnos y personalidad de la universidad comenzaron a salir. La tensión en el ambiente se acrecentaba.

– Llévenme adonde me citó el hijo de puta ése – Lee se subió a la patrulla y señaló a Damon para que hiciera lo mismo.

El viaje a la fábrica fue silencioso, pero la radio no paraba de sonar. A Damon le temblaban las manos y las piernas. Respiraba con pesadez.

– La persona que me habló de ti fue Jack Onisse – anunció Lee –. Él creía que eres el responsable.

– Jack siempre fue muy raro, ¿sabe? – mencionó Damon.

Lee volteó a verlo. No, no podía ser. Lo acababan de secuestrar.

– ¿Vienen refuerzos? – preguntó Lee.

– Una unidad más viene atrás, aseguraremos el perímetro alrededor de la fábrica.

Lee tomó la radio y dijo:

– Me encontraré con el asesino e intentaré negociar con él. No debemos presionarlo o la vida de muchas personas tendrá un horrible final.

"Entendido" – le dijeron.

Al llegar, el detective Lee bajó del auto y volvieron a comunicarlo por la radio.

"Entren a la recepción de las oficinas, los tres. Nada de juegos".

Hicieron caso. Ambos policías empuñaron sus armas y cuando la puerta se cerró a sus espaldas, se escuchó un ensordecedor disparo. Gotas de sangre salpicaron al detective Lee y a Damon, el policía que iba con ellos cayó al suelo con una enorme herida en el pecho. Damon miró la escena con horror. Ghostface les apuntaba con una escopeta.

– Detective – habló –. Damon...

Lee lo apuntó.

– Baje el arma – le dijeron a sus espaldas.

Acertó. Eran dos. Hizo caso. El Ghostface de la escopeta agarró a Damon por la nuca y pateó lejos las dos armas de los policías. Lee pensó que ese sería su final.

– Quiero que sepa que no hay bombas, solo unas cuantas mochilas con cables y residuos de computadoras – dijo el de la escopeta.

Lee escuchó su pesada respiración bajo la estridencia de las palabras de los agresores.

– ¿Dónde está Anthony? – preguntó.

Los dos Ghostface rieron.

– Adivine... – al terminar de decir eso, una tercer figura de Ghostface emergió desde las sombras y apuñaló por la espalda al que habló. El depredador había sido cazado.

Ambos Ghostface comenzaron a forcejear hasta que la máscara de uno fue arrancada. Era Jack, sangre salía por su boca. Al final ya ni siquiera se defendía, sino que se sujetaba al cuerpo de su asesino. La mirada en su rostro era de dolor puro, de traición, le salían lágrimas de los ojos, clavaba las uñas sobre los hombros del Ghostface que lo apuñalaba una y otra vez sin piedad. Cuando cayó al suelo aún conservaba la vida, cruzó miradas con Damon y murmuró:

– Como en tu película de terror favorita.

El detective Lee se arrodilló para presionar una de las heridas de Jack, pero La sangre salía a borbotones y le salpicaba. El chico le sonrió y murió con aquel gesto en su rostro. Hugo Lee no entendió si estaba feliz de morir o si estaba contento porque el misterio se había resuelto.

– Anthony... – dijo el hombre.

Cargaron la escopeta de nuevo.

La máscara de Ghostface estaba casi completamente roja. Se pasó la mano por el rostro y se presentó ante ellos; efectivamente era Anthony. Él esbozó una sonrisa, ni siquiera miró el cuerpo de su gemelo muerto.

– Me descubrió, detective Lee – dijo, entusiasmado y señaló a su hermano –. Jack fue una excelente pieza, pero casi nos descubren por su culpa. ¿Sabe?

Damon miró al Ghostface que cargaba el arma.

– ¿Barry?

– Me descubriste – dijo éste sin quitarse la máscara.

– ¿Por qué? – dijo el detective Lee.

– La vida se estaba tornando un poco aburrida, queríamos algo de misterio.

Por favor, señor GhostfaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora