– ¿Eres idiota, Ana? – Barry se mostró visiblemente molesto –. ¿Por qué le dijiste eso al puerco ése?
Ana se abrazó a sí misma.
– ¡Porque es la verdad!
– ¿Te das cuenta de que van a sospechar de ti? – irrumpió Jack.
Ella asintió.
– Pero es la verdad, si no lo hubiera dicho y lo hubieran averiguado... Es mejor que sepan en primera mano que Francis y yo fuimos novias un tiempo.
Barry puso los ojos en blanco y encendió la televisión.
– Tus padres se enterarán de esto, ¿si te pones a pensar? – dijo Anthony.
Ana volvió a asentir.
– Lo sé, pero es mejor que sepan que soy lesbiana a que piensen que soy una asesina – miró a cada uno de sus amigos con una mueca de asco –. ¿No?
Los tres asintieron.
– Creo que tendrás que lidiar con tu familia católica, homofóbica y mexicana, tú sola – comentó Barry.
Ana frunció el ceño.
– Oye, Barry – dijo ella –. ¿Te dijeron algo por la cicatriz que tienes en la cara?
Barry abrió los ojos como platos.
– No...
Los cuatro se miraron los unos a los otros.
– ¿Crees que lo incriminen? – a Anthony le tembló la voz.
– Cállate – dijo Jack.
– Pues yo no la maté, así que no me importa – dijo Barry.
Hubo otro silencio.
– Oigan, ¿alguien sabe cómo mataron a..? – preguntó Anthony.
Negaron.
– Puedo preguntar... – dijo Ana.
– ¿A quién?
– A la familia de Francis, ellos me conocían... Ellos sabían de nosotras. Me quieren, sé que no sospechan de mí. Yo jamás lo hubiera hecho.
– Si tú lo dices... – susurró Barry.
– ¿Qué insinúas, idiota? – Ana se levantó, visiblemente molesta.
– Nada, ¿qué hiciste tú? – preguntó Barry.
Anthony se interpuso entre ambos.
– Chicos, basta – dijo –. Lo siento, no debí preguntar eso. Ana, olvídalo, no preguntes nada. No es de nuestra incumbencia.
Ana llegó a la casa de los Fernández. La madre de Francis la recibió entre abrazos y lágrimas. La madre de su ex novia le invitó a sentarse mientras le mostraba fotografías de su hija. Ana ya las había visto todas, pero ahora dolían. La sonrisa de Francis, la alegría... Ya no existía.
– Cuando llegamos la encontramos al pie de la puerta, tirada... – sollozó la señora Fernández –. Estaba cubierta de sangre, fue una horrible escena.
Ana acarició la espalda de la mujer, conteniendo las lágrimas.
– No tiene por qué contármelo, señora. Todo está bien.
– Ana, la masacraron –dijo la mujer –. La apuñalaron cientos de veces. Fue alguien que, verdaderamente, le tenía coraje a mi hija.
Ana no dijo nada.
ESTÁS LEYENDO
Por favor, señor Ghostface
FanfictionUn asesino misterioso comienza a acechar a un grupo de jóvenes universitarios.