{3. Lo prometo}

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Narra Adrien:


-Sr. Adrián, lo esperan en la sala de reuniones. -anuncia mi secretaria.

-De acuerdo, vamos allá. -salí de mi oficina junto mi secretaria, me dirigí a la sala de conferencias. Saludo educadamente a los presentes y me siento en mi respectivo asiento.

-Muy bien, damos incio a la conferencia mensual. -enuncia uno de los compañeros al observar que todas las sillas alrededor de la mesa estaban ocupadas.

~Un rato más tarde~

Después de extensas y agotadas horas, por fin hemos concluido. Pensé por un minuto que no acabaríamos. Miré por la ventana de mi despacho, el cielo anunciaba lluvia. Por suerte mi casa quedaba a escasos kilómetros de aquí.

El sonido del teléfono interrumpe mis segundos de contemplar el paisaje nublado. Enseguida lo tomo. El nombre de Lucas se reflejaba en la pantalla.

-¿Papi, dónde estás? -pregunta emocionado.

-Estoy en el trabajo todavía, capitán.

-Dijiste que vendrías temprano. Quiero verte. Te extraño. -solloza.

-No te preocupes campeón, ya casi salgo para allá, ¿entendido? -trato de tranquilizarlo cariñosamente. Admito que paso demasiado tiempo en la oficina.

-Esta bien papi, te espero.

Colgué rápidamente y me dispuse a recoger mis cosas para irme cuanto antes. Al salir la lluvia comenzó a empapar todas las calles y apresuro mis pasos para no mojarme más de la cuenta... Y en un segundo de despiste, un fuerte choque provoca que cayera al suelo, junto con otra persona.

-¿Estás bien?. -le pregunto, extiéndole mi mano para ayudarla. La acepta, y me responde con una cálida sonrisa, dándome las gracias seguidamente.

Inmediatamente que reconocí sus inconfundilbles facciones y aquel aroma a jazmines que emanaba de su cuerpo. Sentí como la ira cubría cada parte de mi ser. No podía controlar esto que estaba sintiendo dentro de mí. Aquella mujer parada frente a mí ya la conocía años atrás.

Al notar mi extraña sensación, retrocedió como una niña asustadiza, pues en mis ojos se reflejaban una abominación tan inmensa que provocaba terror.

-Te encontré, Charlotte. -la miré de forma hostil con una sonrisa maliciosa. Por un momento se queda inmóvil, confundida y aterrada por mi comportamiento. Ignorando su reacción, me dirijo a mi casa.

~Minutos después~

Al abrir la puerta, mi hijo corre hacia mí mostrándose alegre.

-¡Papi, llegaste!. -expresó el pequeño emocionado, saltando hacia mis brazos pegándose a mi cuerpo con un cálido abrazo sin importar lo mojado que estuviera.

-Sí hijo mío, te dije que vendría enseguida. -dije sonriendo.

-Bienvenido, querido. Que bueno que estés en casa -me recibe mi madre amorosamente sentada desde la sala. Viendo el estado en el estoy, se levanta del sillón y va en busca de una toalla. -Aquí tienes, hijo -ofrece.

-Hola, mima -le respondo con el mismo afecto, sujetando el presente -¿Ocurre algo? -pregunta mi madre, notando la seriedad en mi semblante.

-Hijo ¿por qué no subes a tu habitación y vas eligiendo la película? -propuse.

Lazos del Destino: Destinados a EncontrarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora