Capítulo 1

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El día a día

¿Por qué todos buscan la normalidad?
La tranquilidad de una rutina que drene sus almas;
Aprobación de las robóticas masas;
La calma en una agonizante monotonía,
Para al final solo querer escapar a una ilusión.
...


No había sido un buen día, sólo quería llegar a casa y tirarme sobre el viejo sillón, estaba seguro que terminaría durmiéndome en cuestión de un par de minutos a pesar de la incomodidad que me causaban esos resortes viejos. Pero mi suerte era verdaderamente horrible, pues ni siquiera se me sería concedido eso ya que había iniciado una fuerte tormenta. No parecía seguro irme en mi bicicleta con ese clima, así que tuve que resignarme a esperar a que la lluvia bajara debajo del techo de un local junto con otro pequeño grupo de personas tan desafortunadas como yo.

Mientras espero a que deje de llover siento el olor a cigarro desde la cercanía, veo a los otros taparse la nariz, hacer gestos de desagrado, pero creo que mi estado de cansancio me limita a permanecer de pie mientras mis pulmones se hacen cómplices involuntarios de esa intoxicación. No estoy de humor para discutir de todas formas, me despidieron de otro empleo.

Me quedo ahí, como absorto en mis propios pensamientos, ajeno a lo que me rodea, pero no puedo mentir, es difícil concentrarse cuando sientes el olor a tabaco golpeándote directamente al punto de hacerte sentir mareado, en especial si parece ser a propósito.

Bien... dije que no quería discutir, pero ese tipo parecía estar rogando que alguien le soltara por lo menos un reclamo.

—Ejem.... —traté de llamar su atención, no volteó y tuve que hablarle directamente—. Disculpa, tu cigarro...

La respuesta que obtuve fue que él me mirara de arriba a abajo, como calificándome de alguna manera. Exhaló el humo antes de darme un comentario completamente fuera del tema.

—La Maison Du Cafe, ¿hm?

Bajé la mirada hacia mi propio atuendo, llevaba el uniforme que me hacían usar en mi empleo de mesero en esa vieja cafetería... Corrijo, mi antiguo empleo. Supuse que él mencionaba mi ropa como una forma de degradarme, pero en todo caso no me dió oportunidad de responder antes de decir otra cosa.

—Vaya lugar decadente.

No podía negarle eso, no es que a mí me gustara la comida que vendían ahí de todas formas, sin mencionar que el sueldo más las propinas que recibía ahí no siempre eran suficientes como para llegar cómodamente a final de mes. Ya le tenía de por sí algo de rencor al lugar por haberme despedido, ellos cometían equivocaciones todo el tiempo como dejar cabellos en las tazas de café y yo era despedido por romper un par de platos.

—...Sí, es una mierda.

Giró su mirada hacia mí levantando una ceja, casi ví interés en su expresión, pero regresó su mirada hacia la calle. Aún con su aparente indiferencia creo que logramos mantener algo parecido a una conversación, pues siguió hablándome mientras bajaba el cigarro, alejándolo de su boca.

—¿Y por qué trabajar en un lugar que es, en tus palabras, una mierda?

Me dejó pensando un momento, a decir verdad no estaba seguro del porque de nada últimamente, a este punto de mi vida pasaba de los 25 años y no sentía ue nada tuviese un rumbo fino. Tuvo que pasar casi un minuto completo para que me decidiera por contestarle de una manera breve, omitiendo miles de detalles.

—Ya no trabajo ahí.

Otro largo silencio, ni él ni yo teníamos energía para entablar una interacción que requiriera muchas palabras o mirarnos fijamente. Yo me sentía como si le hubiera pasado encima un tren y las ojeras bajo sus ojos me indicaron que el tampoco se sentía del mejor modo.

Mis ojos permanecieron en el cielo esperando a que la lluvia bajara antes de que estuviera demasiado oscuro, pero por mi visión periférica capté su mirada sobre mí, parecía como si no hubiera dejado de verme desde que le dirigí la palabra. No supe si extrañarme o buscar otra cosa que decir.

—¿Conoces La Gueule de Saturne? —me preguntó de la nada, cambiando de nuevo el tema—.

—¿Eh? —Había estado divagando por un momento y necesité parpadear unas cuantas veces para poder captar lo que me estaba diciendo—. ¿No es uno de esos restaurantes elegantes que está a unas calles de aquí?

Asintió con la cabeza mientras, apagando el cigarro tirándolo al suelo y volteando al cielo como si quisiera comprobar también si la lluvia había bajado, lo cual afortunadamente había hecho.

—Aún estamos contratando personal.

Él dijo estamos, haciendo que algunas cosas hagan clic en mi cabeza. ¿Qué tan común es que llegue alguien a tu lado en una tarde lluviosa resulte tener un restaurante y te ofrezca trabajo solo por qué sí? Tomando en cuenta lo mala que era mi suerte, me pasó por la cabeza que podía o bien ser una broma o podría acabar muerto en el fondo de un callejón.

—¿Es en serio, o...? — quise aclarar mis dudas, pero mi voz se apagó lentamente conforme lo vi sacar un paraguas y dar algunos pasos, alejándose. Debió decidir que era hora de irse ya que la lluvia estaba más tranquila.

— No voy a rogarte, eres tú quien necesita trabajo.

No dijo más, se fue dejándome confundido sin otra opción más que finalmente irme yo también. La cosa es que en lugar de partir en cuanto mejoró el clima como tenía pensado en un inicio me quedé algunos minutos más ahí, pensando en el departamento vacío al que terminaría llegando como todas las noches, con nada más que cenar que algo seguramente quemado por mí.

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