Capitulo 07.

293 36 14
                                    

Día 04 (7:45 a.m.)

Terminaste tu acto girando con los ojos cerrados, imaginando que estabas en un escenario y el público aplaude la fantástica presentación que diste.

Extendiste los brazos, casi podías escuchar la algarabía, y abriste los ojos descubriendo a Suguru mirándote fríamente desde la entrada de la sala.

La sonrisa grande en tus labios se desvaneció gradualmente, bajaste los brazos hasta dejarlos caer por su propio peso sin poder evitar sentirte avergonzada, queriendo desaparecer; y él solamente te miró en silencio con frialdad.

Tragaste con fuerza, tus mejillas ardían, sentías que te picaba la cara y forzaste una sonrisa. Encogiste los hombros conteniendo el aire e hiciste un gesto con las manos diciendo:

—¿Sorpresa...? —ampliaste aún más tu sonrisa, hasta mostrar todos tus dientes sin evitar sentirte más tonta que nunca. Ni siquiera sabías porqué actuabas de esa forma hasta el punto de ponerte nerviosa. Bueno, sí lo sabías.

El chico te miró con desdén, alejó su cuerpo del marco de la puerta acercándose hasta detenerse frente a ti. Su metro con ochenta y cinco centímetros sobrepasó tu estatura por mucho, levantó la bolsa para arrojarte el desayuno contra el pecho casi empujándote. Te miró por última vez por el rabillo del ojo con indiferencia, pasó de largo hasta abandonar la sala.

Frunciste los labios, no te atreviste a mirarlo permaneciendo inmóvil. Cerraste los ojos evitando hacer contacto visual y te llamaste estúpida por dentro.

Querías esfumarte, por primera vez deseabas evaporarte completamente. No fuiste capaz de mover ni un solo dedo, lo único que pudiste hacer fue agudizar los oídos e intentar escuchar sus pisadas que hicieron crujir la madera i interiormente rogaste que se marchara rápido. Sin embargo, subió lento con la intención de intimidarte con su presencia para hacerte sentir más avergonzada. Se detuvo antes de llegar al último escalón, te miró una última vez por encima del hombro y, aunque no te atreviste a girar, sentías sus ojos sobre ti.

Tardó en marcharse y, hasta que la madera dejó de crujir, contuviste el aliento. Echaste tu cabeza atrás ocultando el rostro con las palmas de las manos, dominada por sentimientos de decepción y vergüenza. Los colores se te subieron a la cara al máximo recordando la manera en la que te miró y te ardieron intensamente las mejillas.

—Se burlará de mi por el resto de semana —murmuraste frustrada, golpeándote la frente con la mano.

***

—Tch, que ridiculez. —Se sentó al borde de la cama, muy agotado después de caminar en la orilla de la playa.

Arqueó el cuello en dirección al tocador buscando con la mirada la foto de las niñas junto a él en el parque de diversiones. Parpadeo varias veces perdido en sus pensamientos.

Era consciente que no hacía ningún avance en su relación contigo; miró la tarjeta de invitación que estaba sobre la cama, donde los recién casados tenían programado una fiesta de sociedad en el lujoso hotel de la isla.

Lo pensó con detenimiento, su mente trabajando conectando los hilos mientras ideaba estrategias, planeando y evaluando la situación actual. Esta era una oportunidad de oro para estrechar lazos con personas de la alta sociedad; a fin de cuentas, fue uno de sus motivos para aceptar este matrimonio "maldito".

Recurriría a su fachada de cortesía para acercarse a esta gente poderosa y sacar alguna ventaja. Te manipularía para hacerte creer que empezaba a enamorarse de ti con la secreta intención de utilizarte y, quedarse con lo que verdaderamente le importaba: tu dinero.

Sostuvo la tarjeta entre los dedos examinándola y una idea cruzó por su cabeza.

Al principio estaba convencido de que no tocaría a ningún mono debido al odio y repugnancia que siente por ellos, pero pensándolo mejor, podría usar ese último recurso para manejarte a su antojo. Iba a tener que soportar el detestable "hedor a mono". La idea lo enfermaba, no es un hombre que le llame la atención este tipo de cosas pues su única meta es crear un mundo donde solo existan los hechiceros, y trató de evaluar mejor la idea.

—No, es demasiado ingenua. Estoy casi seguro que eso no será necesario. Puedo deshacerme de ella fácilmente —pensó, colocando los dedos en su mentón, mirando hacia la nada y sus ojos brillaron con una luz calculadora.

Nunca estuvo con una mujer antes. Tampoco sabía ser romántico, pero sí se le daba muy bien el engaño. Siendo un hombre presumido y extremadamente condescendiente con los humanos normales, actuando cruel y despiadado, hambriento de poder y astuto, podría hacerle creer cualquier cosa, hasta fingir estar loco de amor por ella, aunque no era su estilo.

Además, era consciente de su popularidad entre las mujeres, de su trato amable y suave como la seda con los hechiceros, del encanto que poseía y de su atractivo. Todo eso iba a ser necesario para enamorarte. Serías su fachada perfecta en la alta sociedad, la cara amable e inocente que desvía toda sospecha, mientras él maneja sus hilos y contactos en las sombras.

—Alguien para usar a mi antojo en beneficio de mis objetivos. No me detendría a engañarla, manipularla u obtener lo que quiero a la fuerza, si fuese necesario. Su fortuna sería mía, para de nuevo intentar alcanzar la victoria por otros medios —sus ojos brillaban, medios locos—. Y si se interpusiera en mi camino...bueno. Hay formas de deshacerse de estorbos molestos y cubrir mis huellas, ¿no es así? —una fría sonrisa se asomó en sus labios. No se detendrá ante nada, ni siquiera eliminarte, por el bien de sus objetivos. 

El fracaso no era una opción.

.

.

.

INFELIZ MATRIMONIO. [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora