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Sus días habían tomado un giro diferente desde que empezó a ver a JungKook

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Sus días habían tomado un giro diferente desde que empezó a ver a JungKook. Aquel encuentro en la pastelería del Sombrerero marcó un cambio significativo en su vida. Aunque intentaba evitarlo, de alguna u otra forma siempre acababa cediendo a su compañía. Había aprendido a evitar mencionar el delicado tema de sus sentimientos para no provocar una distancia entre ellos, a pesar de que sabía que era una conversación inevitable. Era una tarea difícil, pero lo hacía por él, siempre por él.

No recordaba cuándo fue la primera vez que vio a JungKook, aunque estaba seguro de que fue cuando ambos eran niños. Sin embargo, lo que nunca podrá olvidar son las veces posteriores en que lo volvió a ver. Aquel omega era de esas personas que, por alguna razón inexplicable, siempre se quedan en la memoria, aunque los encuentros sean breves. La diferencia en su caso es que nunca dejó de verlo.

Cuando llegó a la adolescencia, para su desgracia —o tal vez suerte—, se dio cuenta de que sus sentimientos por JungKook iban más allá de ser simples conocidos. Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer, ya que el omega solo parecía tener ojos para su hermano.

Pasaron los años y, aunque intentó muchas veces deshacerse de esos sentimientos, fue en vano. Se ausentó de Ever After por un tiempo y, al regresar, no muchas cosas parecían haber cambiado. Luego llegó la Reina Malvada, JungKook fue acusado de traición y envenenado por cumplir "su parte del trato". Todo se resolvió con un beso. Su intención era hacerle respiración boca a boca, pero apenas sus labios se tocaron, un destello de luz cegó el bosque y el omega despertó. Nadie esperaba eso. Aunque una parte de él estaba feliz, intuía que las cosas no irían bien a partir de entonces.

Y no se equivocó.

Ahora se sentía como un idiota, mendigando el amor de una persona que no lo quería. Pero había algo en JungKook que no cuadraba; sabía que no estaba actuando como él mismo. Por eso, estaba decidido a conquistarlo de alguna manera. Si la respuesta definitiva era no, al menos viviría con el consuelo de haberlo intentado hasta el final.

Podía recordar la vez que estuvo lo más cerca de confesarle sus sentimientos, cosa que al final no sucedió, su timidez para con el omega radicaba desde mucho antes y el pensar que era el destinado de su hermano lo hizo detenerse. Aunque esa vez solo deseo poder sacarse todo de dentro y sentirse libre de aquel secreto.

No supo en qué momento aquel tierno omega había llegado a su casa, pero sí sabía que había estado un buen rato solo en el balcón de la habitación de SeokJin, mientras él, desde el balcón de su propia habitación, lo admiraba en silencio.

¿Cómo podía existir una persona así? JungKook era lo más cercano a la perfección que conocía. Su piel blanca, tan pulcra que daba la sensación de ser la cosa más suave al tacto, y su cabello rubio, ondeando con el viento, eran dignos de admiración. Pero sus ojos... Ah, sus ojos. Aquellos ojos azul cielo eran las joyas más preciosas que alguien podría apreciar en su lamentable vida. Para él, Jeon JungKook era perfecto, una deidad digna de total veneración.

Ever After High¹ |TaeKook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora