18. - Es Navidad... en El Corte Inglés

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El sol de mediados de diciembre se colaba por la ventana de la cocina. Dentro de ella, una somnolienta Violeta daba un largo sorbo al café, enterrando su cara en el cuello de la sudadera que llevaba. 

-Venga, Violeta, alegra esa cara, mujer, ¡que estás de vacas!

-Son las siete y media de la mañana, Álex Márquez. 

-Y estás encantada de estar despierta, ¡porque estás con tu mejor amigo haciendo galletas navideñas! -Hizo un bailecito de caderas y manos en un intento fallido de animarla.

-Qué sueño. -Siguió a lo suyo, volviendo a bostezar.

Y es que el castaño no estaba diciendo ninguna mentira, estaban despiertos a las siete y media de la mañana en su primer día de vacaciones para hacer galletas. Sin embargo, lo que de verdad había convencido a la de Motril para estar de pie a esas horas para ella intempestivas, era el hecho de que en su cama se encontraba durmiendo Chiara, totalmente ajena al plan que había confabulado junto a Álex, que a su vez quería sorprender a Denna.

Al día siguiente, todos se irían a casa para pasar las fiestas, por lo que las granadinas habían invitado a Chiara y Álex a pasar un par de noches antes de despedirse. Y los chicos tuvieron aquella idea para animar el ambiente festivo antes de irse.

Sobre el papel, el plan era perfecto. Lo que no tuvieron en cuenta al idearlo, el día anterior, cuando la inglesa y la rubia se encontraban ultimando los detalles del trabajo que Almudena tendría que entregar tras las vacaciones, era que los supermercados cerraban, como muy tarde, a las nueve y media de la noche. Y eran las ocho y cuarto cuando por fin encontraron una receta decente:

-Yo creo que esta. ¿Qué te parece? -Le enseñó una página web en el navegador de su móvil.

-Hala, pues tienen pintaza. -Se quedó pensativo, observando las imágenes que ilustraban la receta -. Decidido, esas van a ser. 

Chocaron la mano, satisfechos con el plan de mimar a sus chicas. De pronto, la pelirroja se dio cuenta de algo. 

-Álex.

-Dime.

-No tenemos jengibre. Y la mantequilla me la acabé yo ayer con las tostadas. 

-Joder. ¿Y canela?

-¿Por qué tendríamos canela, Alejandro?

-Bueno, pa' un arroz con leche, unas natillas... o unas galletas de Navidad. -Se frotó la barbilla, pensativo.

-No me digas. -Rodó los ojos -. Vamos a tener que hacer la compra. ¿Qué hora es? -Encendió el móvil para ver la hora en la pantalla de bloqueo -. ¡JODER, ÁLEX, QUE SON LAS OCHO Y MEDIA CASI, QUE NOS VA A CERRAR EL SÚPER!

-¡¿QUÉ DICES?! -Se levantó de un salto, llevándose las manos a la cabeza -. Bueno, podemos ir mañana.

-No abren hasta las nueve. Y sabes que tu novia madruga todos los días. Nos va a pillar, si es que no se hace el desayuno antes.

-Mierda. Vale. -Fue hacia el recibidor, donde había dejado las llaves del coche esa misma tarde -. Me bajo yo al súper. Distráelas. Si preguntan, me he dejado la puerta de casa abierta, o me ha llamado la casera porque se ha roto el horno, y Martin no está. Cuando lo tenga todo, dejo la compra allí. Mañana nos levantamos tempranito y vamos a por ella. -Fue lo último que escuchó la periodista, ya que tras ello, salió por la puerta, dejándola con la palabra en la boca.

-¿Cómo? ¡Álex, esper-! Se fue. Perfecto. -Suspiró.

¿Y ahora qué?

Se le encogieron todos los músculos del cuerpo cuando dejó de escuchar los altavoces del ordenador de Denna a través del tabique, signo inequívoco de que acababan de terminar y saldrían de ahí en menos tiempo del que ella misma tardaría en procesar la excusa que había planeado el cordobés dos minutos antes. 

May I have this dance?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora