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— Mierda.

Había olvidado lo frías que podían ser las noches en New Bostin.

John se encontraba apoyado en una pared, cubierto en la oscuridad de un callejón. Se frotaba las manos constantemente, maldiciéndose por decidirse hacer esto en vez de perderse en cualquier lugar con un trago. Un par de preguntas aquí y por allá, hacia gente que no se hubiera enterado de su incidente, y supo perfectamente donde y cuando aparecerían las pandillas que acosaban a su pueblo natal desde hacia ya mucho tiempo.

Ocasionalmente veía autos pasar, iluminándole por segundos. Trataba de estar atento, aunque el frio le estuviera atosigando. Finalmente, escuchó la furgoneta que estaba esperando.

— ¿Quién es el bastardo que toca hoy?

Varias voces, un grupo de hombres, tal vez 2 o 3. No se veían la gran cosa.

— El negocio de la esquina. Sean rápidos.

El pelinegro asomo el rostro por una esquina. Uno de los hombres se mantenía como el chofer, los otros dos se dirigieron hacia el sitio indicado. Todos encapuchados, no pudo verle el rostro a nadie.

Se volvió a apoyar contra la pared, suspirando pesadamente. Se arrepentía de estar ahí.

— ¿Qué se supone que estoy haciendo?

Hizo una ridícula promesa a un niño y ahora estaba aquí, tratando de llenar un vacío que ni siquiera la violencia desenfrenada pudo. ¿Una esperanza sinsentido, o un necio método de redimirse? Tal vez simplemente no tenia nada mejor que hacer con lo que le quedaba de vida.

— No... ¡No! ¡Por favor!

Y los gritos de terror no le ayudaban precisamente.

Volvió a mirar por la esquina. Los dos sujetos que fueron hacia el negocio arrastraban a un tercer hombre, mientras quienes parecían ser la familia los seguían por detrás. Una mujer y un niño.

— ¡Pagaré, lo juro, por favor!

Uno de los sujetos lo golpeo en la boca, provocando el llanto de la familia.

— ¡Papá!

La mujer solo lloraba mientras sujetaba a la pequeña niña.

John apretó los dientes. Se sentía sumamente fuera de lugar, se sentía mal, como nunca. Ni cuando se dejo llevar por la bebida había sentido tantos mareos como en ese momento. Podía sentir la rabia surgir, otra vez, profundo, y le aterraba dejarlo salir, pero parecía ser lo que se necesitaba en ese momento. ¿Qué se suponía que tenía que hacer?

— Por favor... Pagaré...

Los encapuchados empujaron al pobre hasta el vehículo, donde fueron iluminados por los faroles de la furgoneta.

— Por favor...

Los sujetos activaron sus habilidades, John podía sentir sus auras. Pudo sentir también que cargaban sus ataques. El sollozo de la familia le pesaba en la conciencia.

— Es cierto que podrías pagar, ¿pero cuanto tendríamos que esperar por eso? La deuda que adquiriste lleva impaga por mucho tiempo...

— ¿Qué nos impide solo saquear todo lo que tienes?

Los encapuchados solo reían, se burlaban. Daban vueltas sobre el tipo, como cuervos que sobrevuelan una presa. La familia lloraba en silencio, a la distancia, mientras el hombre arrodillado trataba de contener la respiración.

— ¿Tu crees que es nuestra culpa? ¿Qué todo esto pasara?

Cada palabra que los sujetos decían resonaba en la cabeza del pelinegro, como si se lo dijeran a él. Tal vez no tenía la nobleza para ayudar desinteresadamente a los menospreciados, pero no tenía dificultad en sentirse identificado como uno.

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⏰ Última actualización: Jun 18 ⏰

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