Capitulo 2: Secretos del Alma

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El camino a la enfermería fue más sombrío de lo habitual; la noticia sobre la salud de Amber cayó tan mal como una fuerte resaca al despertar. El viejo Oz, que suele andar sereno en su día a día, tenía una dura expresión en su rostro. No lo culpo; la muerte de una doncella es lo último que necesitamos en este momento.

El sonido de gotas de sangre golpeando el suelo me hizo fijarme en el niño a mi lado. Reconozco que el pequeño bastardo sabe pelear, aunque es insufriblemente desconfiado. Glynda se había acercado a tratar su hombro, pero una mirada amenazadora de Nimrod le advirtió que no se acercara. Ella lo había ignorado e intentado de todas maneras, pero él se apartó bruscamente para ir tras Ozpin, que ya había puesto rumbo a la enfermería.

Siento lastima por la persona que tenga que trapear el pasillo lleno de sangre.

Al llegar a la enfermería Ozpin fue directo a la camilla de Amber, los médicos se intentaron acercar a Nimrod pero su mirada amenazadora esta vez sí funciono.

—Niño, no puedes quedarte con un perdigón en el hombro, tienen que sacártelo —dije mientras sacaba mi petaca.

El niño me miro por un momento, saco un pequeño cuchillo de su bota y empezó a cortar la manga de su ropa, dejando a la vista su herida.

—Hey, niño, ¿qué planeas...?

Bajo la mirada incrédula de los médicos, clavo el cuchillo en la herida y comenzó a moverlo de lado a lado buscando el perdigón.

Tiene agallas para curarse de esa manera, pero...

—¿Demasiado testarudo para recibir ayuda? —le pregunté con sarcasmo —Cada vez me sorprende más, el hecho de que sigas vivo —dije mientras le daba un sorbo a mi petaca.

En ese momento el chico logro sacar el perdigón.

—¡Ja! ¿no quieres desinfectar tu herida con Whisky también? —dije burlándome, mientras le ofrecía mi petaca.

Él no se lo tomo en broma. Me quito la petaca de la mano antes de que pudiera reaccionar.

—¿Qué mier...?

Derramo su contenido sobre la hoja del cuchillo y con un chasquido de dedos el arma se encendió en llamas. Me tiro la petaca y puso el filo ardiente sobre su herida.

El olor a carne quemada lleno la habitación, los médicos ahora estaban atónitos, incluso una de las enfermeras, la más joven parecía a punto de desmayarse. El pequeño bastardo se cauterizo la herida y ni siquiera Pestañeo.

—Matasanos... —murmure mientras guardaba mi petaca vacía.

Él no se inmutó, limpiando su cuchillo antes de guardarlo en su bota.

—¿Que está pasando aquí? —El regaño, anuncio la llegada de Glynda.

—Hey Glynda, solo veía como la nueva mascota de Oz, desperdiciaba un buen licor. —Le dije con una sonrisa, Ella solo respondió con un gruñido mientras se agarraba el puente de la nariz —Por cierto ¿qué tal estuvo tu llamada con Jimmy? ¿te invito a salir?

—Eso no es asunto tuyo Qrow —Replico, visiblemente molesta.

El niño apenas nos dedicó una mirada desinteresada, mientras recogía la manga que había cortado, en ese momento me fije mejor en su brazo de tez pálida, casi enfermiza, con notorias cicatrices en los dedos. Pese a lo que dijo Oz, es difícil creer que sobrevivió en tierras Grimm sin aura, ¿acaso no estabas siendo sincero conmigo Oz?

—Glynda, ¿pudiste comunicarte con el General? —Casi parece que había invocado al viejo Oz con el pensamiento

—Ironwood, esta de camino debería llegar para la noche.

Concédeme el descansoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora