Sinopsis:
Si la quiere, tendrá que ganársela
Perrie Edwards está en medio de una crisis. Se acerca la graduación y todavía no sabe qué hará con su vida cuando termine la universidad. Además, acaba de dejar a su novio tras cuatro años de relación. Sa...
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Perrie
¿Podemos hablar?
X fa...
WTF, Perrie. Después de todo por lo q hemos pasado, merezco algo más de esto.
No ibas en serio cuando dijiste q habíamos terminado, ¿no?
¿Puedes, x favor, CONTESTAR? Joder!!
¿Sabes q? A la mierda. ¿Quieres ignorarme? Ok. Como veas.
Seis mensajes me esperan cuando reviso mi teléfono móvil a la salida del gimnasio del campus la noche del viernes. Son todos de Sean, mi ex desde anoche. Y aunque su progresión emocional, de súplica a cabreo, no me pasa desapercibida, no puedo evitar fijarme en sus errores gramaticales.
Merezco más de esto.
«De», en vez de «que» y «Por», Y dudo que el culpable sea el auto corrector, porque Sean no es precisamente el más listo de la clase.
Bueno, eso no es del todo cierto. Es supe inteligente para algunas cosas. Como por ejemplo... para el béisbol. En serio, podría recitar las estadísticas al revés, incluso las que se remontan a los años sesenta. Pero todo lo que tenga que ver con los libros no es su fuerte. Ser un NOVIO MARAVILLOSO tampoco entra dentro de su lista de fortalezas, por lo menos, no en los últimos días.
Nunca he querido ser una de esas chicas que corta y vuelve con el mismo chico una y otra vez. De verdad pensaba que yo era más fuerte, pero Sean McCall me tiene atrapada desde mi primer año en la Universidad Briar. Me conquistó con su look pijín y su sonrisa de niño pequeño. Esa bonita sonrisa, torcida, con sus hoyuelos... y llena de promesas.
Miro mi teléfono de nuevo y mi desconfianza crece como la yedra del edificio que tengo a mi espalda. ¡Argh! ¿De qué quiere hablar? Anoche ya nos dijimos todo lo que nos teníamos que decir. Cuando le aseguré que habíamos terminado, antes de salir corriendo de su casa en la fraternidad, iba muy en serio.
Hemos terminado de verdad. Esta es nuestra cuarta ruptura en tres años. No puedo seguir haciéndome esto a mí misma, no puedo seguir en este círculo retorcido de alegría y dolor, sobre todo cuando la persona con la que se supone que debería estar construyendo un futuro está decidida a lastrarme.
Aun así, me duele el corazón. Es difícil dejar marchar a alguien que ha sido una parte muy importante de tu vida durante tanto tiempo. Y es aún más difícil cuando esa persona se niega rotundamente a dejarte marchar.
Suspirando, bajo corriendo las escaleras y me dirijo al sendero empedrado que atraviesa serpenteando el campus. Por lo general, me tomo mi tiempo en admirar el paisaje: los magníficos edificios antiguos, los bancos de hierro forjado, los inmensos árboles. Pero esta noche solo quiero correr hasta mi residencia, taparme con el edredón hasta la cabeza y aislarme del mundo. Por suerte puedo hacerlo, porque mi compañera de cuarto, Hannah, está fuera este fin de semana, lo que significa que no podrá darme lecciones sobre los peligros emocionales que tiene revolcarme en mi propia miseria.