1. A la mierda mi vida

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Felix cerró los ojos, deseando que aquello no fuera más que un sueño espantosamente vívido, en el que en cualquier momento despertaría y todo volvería a ser como antes. Cuando abrió los ojos, nada había cambiado. Se echó más agua en la cara, en un esfuerzo por aliviar la tensión, pero no sirvió de nada. No es que esperara que lo hiciera. Después de limpiarse el exceso de agua de la cara, se detuvo a mirar al hombre en el espejo. El tipo que le devolvía la mirada tenía un aspecto horrible, pálido y con ojeras de color marrón rojizo que le hacían parecer que había estado llorando o que había consumido crack. Sin duda, había muchas noches sin dormir de por medio. A Felix no le gustaba el tipo del espejo.

Menudo gilipollas.

―¿Están ahí fuera? ― Su voz salió áspera, como si despertara de un sueño profundo, o lo que fuera que llevabara tiempo fuera de su alcance.

Una mano se posó en su hombro, ofreciéndole un apretón comprensivo.

―Sí. ¿Recuerdas lo que hablamos? En cuanto te hartes, te vas.

Felix soltó un gruñido. Era demasiado tarde para marcharse. Habían pasado unos seis meses. Se enderezó y cogió una toalla de papel del dispensador automático. Era como secarse con periódicos, los mismos periódicos que tenían su imagen por todas sus páginas. Imágenes que habían pasado por algún estúpido filtro de photoshop para hacerle parecer aún más gilipollas. Tiró el periódico a la papelera y se quedó allí de pie, con dificultad para enfrentarse a su abogado.

― Eh, mírame. ― Jongin se acercó a él y le acarició la mejilla. ― Has hecho lo correcto.

Felix levantó la vista, buscando algo, cualquier cosa que pudiera ayudar a que el dolor desapareciera, aunque fuera por poco tiempo.

― ¿Por qué me siento como una mierda?

― Porque era tu amigo, Felix.

― Exactamente y me lo tiré. Esa clase de amigo. ― Volvió a inclinarse sobre el fregadero, con los dedos agarrando la porcelana con tanta fuerza que le dolían los nudillos. ― ¡Maldita sea! ¡Ese hijo de puta!― ¿En qué demonios había estado pensando Mark? Obviamente, no había estado pensando que alguno de los dos estaría en este lío. O peor, tal vez Mark lo había pensado. Tal vez había estado tan seguro de que Felix le cubriría las espaldas que simplemente había pensado "a la mierda".

Felix cerró los ojos, intentando apartar de su mente el rostro del hombre, pero aún podía verlo con claridad. Aquel rostro perseguiría sus sueños durante mucho tiempo. La mezcla de ira y dolor cuando se dio el veredicto, la ira dirigida a Felix y el dolor causado por lo que había hecho, había estado allí para que el mundo la viera, especialmente Felix.

― No. ― Jongin insistió. ― Era él jodiéndose a sí mismo. Todo lo que hizo fue decir la verdad.

La verdad. ¿Cómo pudiste hacer lo correcto y aun así sentirte tan mal? ¿Había sido realmente lo correcto? Había parecido correcto en ese momento. Ahora no estaba tan seguro. En cualquier caso, no podía esconderse en el baño toda su vida.

― Acabemos de una vez.

Respiró hondo unas cuantas veces y siguió a Jongin hasta el pasillo. En cuanto puso un pie fuera, las langostas le rodearon: micrófonos zumbando, grabadoras y smartphones preparados, flashes disparándose, cámaras rodando, una letanía de preguntas volando hacia él desde todas direcciones. Era como si estuviera bajo el agua, escuchando a todo el mundo fuera de la piscina gritar y chillar mientras él se hundía como una piedra, sin palabras discernibles, sólo sonidos apagados. Jongin se acercó, con una mano a la espalda de Felix para tranquilizarlo y la otra levantada hacia la multitud en un vano intento de poner orden en el caos.

𝐄𝐧𝐝 𝐎𝐟 𝐇𝐞𝐥𝐥 |𝐂𝐇𝐀𝐍𝐆𝐋𝐈𝐗|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora