38| Un momento fugaz tatuado en el corazón

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CAPÍTULO 38

Randy

Lo primero que advierto al despertar es que ya es de noche.

Con los ojos aún entrecerrados distingo una ventana no muy lejos de donde estoy. Los cristales no permiten que entre aire de fuera, pero por el movimiento salvaje de los árboles se ve que hace frío. Frunzo las cejas y devuelvo mi mirada al techo, la luz blanca de las bombillas me desorienta aun más, si es que eso es posible.

De fondo escucho varias voces provenientes de rostros desconocidos, borrosos. No distingo palabra alguna, pero tampoco me molesto en entender. Lo único que tiene mi total atención es el dolor. No hay parte alguna que no duela; la cabeza, la espalda, el brazo, las piernas. Todo.

Hay varias maquinas a mi alrededor; algunos cables conectados a mi muñeca, mi dedo, mi brazo, mi pecho; un bip bip constante que resuena con estruendos, como si proviniese del interior de mi oído. Estoy muy confundido, asustado. Una gota de sudor corre por mi frente y las puntas de mis dedos cosquillean.

Cierro los ojos. Imágenes fugaces cruzan el valle nublado de mi mente y me paralizan. Los disparos, los insultos, las ruidosas sirenas, las lágrimas, el choque, las luces de las patrullas. Todo llega a mí de golpe y me pone aun más nervioso, llenando también mi cabeza de dudas que me aturden. ¿Qué pasó luego? ¿Carter está bien? ¿Atraparon a Leonardo? ¿Consiguió la forma de llevarme lejos? ¿Por qué me siento tan asfixiado?

Por un segundo pienso que voy a desmayarme de nuevo, el bip bip se intensifica y siento mil agujas clavándose en mi sien. Sin embargo, de forma sorprendente todo se detiene cuando percibo una mano sobre mi hombro y me presiona, sacándome de golpe de mi arrebato.

Abro los ojos y me encuentro con un rostro lleno de arrugas. Un par de ojos conciliadores me miran fijo, acompañados de una sonrisa pequeña pero cargada de amabilidad.

—Randall Jones, ¿cómo se siente? —Me pregunta, con una voz que revela muchos años fumando tabaco. Me muerdo el interior de la mejilla.

—No... muy bien..., si soy honesto...

El hombre —que supongo es el médico—, asiente y toma nota.

—De acuerdo. Raro sería que se sintiera de maravilla luego de tantos días inconsciente —bromea.

Amplío mis ojos.

—¿Días...?

—Casi cuatro días —aclara—. Pero puede estar tranquilo, después de ese horrible accidente es normal que los pacientes tengan reacciones tardías. Por ahora todo parece estar correcto... Aún así, debería hacer algunos exámenes, pero supongo que quiere descansar.

—Creo que descansé... lo suficiente —declaro en un suspiro, intentado sonreír.

El médico me devuelve la sonrisa y luego se pasa los siguientes cinco minutos explicándome mi situación. Me dedico a escucharlo con atención, aunque al final desconecto un poco. Por lo visto, ese choque fue un desastre total. Desde fracturas leves, órganos internos afectados, hemorragias y no sé cuántas cosas más componen mi paquete de heridas.

Increíble.

Cuando el doctor se calla por fin, estoy más aturdido que antes. Aun así, mis ánimos suben un poco cuando el médico me dice que, si me siento dispuesto, puede hacer pasar algunas visitas. Acepto de inmediato. Esta habitación blanca por todos lados me enferma y, si no hablo con alguien conocido, enloqueceré. Además, quiero saber cómo está Carter.

El doctor se marcha de la habitación. Las enfermeras —dueñas de la infinidad de voces que oí al despertar— se van tras él y queda el cuarto en calma. El sonido de las máquinas es el único molesto, pero ya no tanto. Dirijo mi mirada a la ventana y suspiro. Cuántas cosas han pasado...

Efímero [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora