07| Manejar

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Randy

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Randy

Voy a morir.

Bueno, no literalmente.

Tenso mis músculos mientras maniobro con mis dedos. Mi personaje huye por un pasillo oscuro, siendo perseguido por un ejercito de soldados que buscan acabar con él y entregar su cabeza en bandeja de plata al coronel del cuartel. Pero eso no lo voy a permitir.

De pronto, dos soldados aparecen de entre las sombras frente a mi personaje, interfiriendo su paso. Frunzo el ceño. Alon, como se llama mi personaje, busca en su cinturón un arma con la que le dispara en el pecho a ambos soldados. Estos caen y su sangre comienza a manchar la alfombra, pero eso no importa, Alon se mete en una oficina y cierra tras de sí.

Se escucha una explosión que retumba en la oficina, de verdad que están en su trabajo. Una capa de sudor me envuelve y sonrío, la emoción y la dosis de energía que me proporcionan estos juegos es fascinante y, a pesar que detesto la violencia, en los juegos me permito usarla para sobrevivir. Y justo cuando comienzo a buscar en la oficina alguna pista sobre el proyecto Dennis, hay golpes en la puerta y decido que es hora de escapar, quizá por las amplias ventana que dan al mar.

Pero el escape debe esperar un poco, ya que mis tripas resuenan.

Me quito los auriculares y los dejo, junto a los controles, en la mesita donde reposa la consola. El juego de hoy ha sido bastante intenso, me encanta. Estoy agradecido infinitamente con el chico de la tienda de videojuegos que me recomendó este, es una joya por completo. Amo los videojuegos, desde siempre han sido mi pasatiempo favorito, mi manera de escapar de la realidad, y aunque hay personas que piensan que son estúpidos o aburridos, no dejan de parecerme tan solo increíbles

Me levanto de mi cama y estiro mis músculos, con pereza. Quiero ir por algo a la cocina, tengo hambre, pero mi objetivo se interrumpe cuando a alguien se le ocurre llamar a mi celular. Lo cojo de inmediato y sonrío al ver que es Emma, mi hermana mayor. Al fin, hacía una semana que no sabía nada suyo.

Deslizo el dedo por la pantalla y salgo al balcón de mi cuarto. El viento me recibe y vislumbro el jardín de mi casa, el reflejo del sol en la piscina y la avenida concurrida.

—¡Randy, mi adolescente incomprendido! ¿Cómo estás?

Me río, aunque giro mis ojos igualmente.

—Bien, ¿y tú?

—Mejor que nunca, algo cansada por las firmas, las presentaciones y todo eso, ya sabes —me cuenta, mientras deja el móvil en la mesa y se ata su pelo rojo más claro que el mío en una coleta alta. Hay un par de ojeras bajo sus ojos, lo que le da veracidad a sus palabras.

—Sí, me imagino.

—¿Cómo están las cosas por casa? ¿Y mamá? —Noto preocupación en su tono y entiendo de inmediato a lo que se refiere.

Efímero [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora