36| Luces rojas y azules coloreando la escena

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CAPÍTULO 36

Carter

No hay nada más irracional que, aún sabiendo que estás yendo directo hacia una posible catástrofe, no tengas intenciones de detenerte.

Piso con fuerza el acelerador, provocando que el paisaje a mi alrededor se torne difuso. El corazón me late a toda velocidad, advirtiéndome de algo. Un cosquilleo ansioso se apodera de todo mi cuerpo, apenas dejándome respirar con normalidad. Miro de reojo la pistola que reposa sobre el asiento de copiloto; reluciente, elegante, mortal. Su presencia es imposible de ignorar.

Jamás he sido una persona que use la violencia como medio para conseguir diversión o algún tipo de placer, solo para sobrevivir. Sin embargo, ahora mismo mi alma está llena de odio y un miedo profundo, por la posibilidad de perder a la única persona que conociendo cada grieta que compone mi corazón, ha decidido quedarse a mi lado. 

Leonardo es un ser maligno, no conoce bondad alguna. Jamás he confiado en él, nadie en su sano juicio debería hacerlo, por ello no puedo evitar tener un mal presentimiento en la boca del estómago. Estoy manejando al sitio que me indicó hace minutos por mensaje. Aprieto el volante, con las dudas devorando mi cerebro.

La tarde de hoy es preciosa; brillante, calmada y fugaz. Podría ser la tarde más hermosa de todo el puto verano. La luz dorada y elegante del sol colorea la carretera solitaria por la que me desplazo. La brisa helada deambula, silenciosa, a través de los árboles que surcan el camino. 

Debo decir que extrañaba este sentimiento de liberación que ocasiona el conducir a toda velocidad, rodeado de tranquilidad y naturaleza, buscando dejar atrás los fantasmas, el ruido y la oscuridad. No obstante, sé en lo profundo de mí que ha llegado el momento de dejar de huir de todo, hasta de mí mismo.

Busqué a las personas que quieren mi cabeza y les cedí mi libertad a cambio de la ayuda necesaria para acabar con Leonardo y recuperar a Randall. No me interesa si hoy es la última vez en la que sentiré el sol sobre mi piel durante mucho tiempo, lo único que quiero es que él se mantenga a salvo y a kilómetros de cualquier basura que quiera lastimarlo.

Saco de la guantera del auto mi caja de cigarros y me enciendo uno, para así relajarme un poco. Necesito estar calmado y actuar con cabeza fría, Leonardo intentará sacarme de quicio, pero no permitiré que lo haga. Cualquier error puede desatar una catástrofe. Además, sé que mis refuerzos están listos por si los necesito, pero espero que no, sería una pena que me quitarán el gusto de ver cómo la vida abandona los ojos de ese imbécil.

No tardo mucho en llegar al lugar acordado, una bodega abandonada cerca de la carretera que conduce hacia la salida del pueblo. Aquí no hay nada más que soledad y maleza. Es perfecto para que nadie nos pueda ver, al parecer Leonardo no es tan bruto como creí. Detengo el auto y lanzo la colilla del cigarro por la ventana.

Aguzo el oído, pero no oigo nada más que el movimiento de las hojas de los árboles y el sonido de las olas. Guardo mi pistola en la cintura de mi pantalón, me ajusto la chaqueta y tomo de los asientos traseros el bolso con el dinero. Inhalo profundamente y, decidido, salgo del auto.

Como no ha llegado nadie, me siento en el capó del auto y espero.

Desde mi sitio puedo visualizar la playa. El sol desciende con lentitud por el cielo y el agua se mece con suavidad. Siempre he vivido en Reed Beach, es mi hogar por naturaleza, llevo en la sangre este pueblo, por lo tanto, conozco todo de aquí. Sin embargo, ahora que sé que estaré unos cuantos años tras las rejas, este sencillo paisaje no puede parecerme más majestuoso.

Los minutos pasan con lentitud, el ambiente a mi alrededor se va tornando más oscuro y la ansiedad dentro de mí se acrecienta. Se suponía que estaríamos aquí a las cinco y treinta, ¿dónde coño está ese idiota? Quiere acabar con mi paciencia.

Efímero [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora