14| El (desastroso) chico de los helados

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Randy

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Randy

Creo que merezco un premio como la persona más humillada del año.

Suspiro por décima vez en los últimos cinco minutos y me desplomo en mi silla detrás del mostrador. Ahora mismo estoy en mi turno en la heladería, en un intento de despejar la cabeza, pero no lo consigo.

Mi mente continúa en esa noche. Y, a pesar de que estaba más borracho que otra cosa, y que mis recuerdos de esa noche son borrosos, «eso» en específico lo recuerdo muy bien.

Y eso no sé si sea una ventaja o no, porque me hace ver que fui el ser más humillado hasta el momento. Y podría desglosar las razones del por qué como si fuera un ensayo para la escuela. Todo comenzando por el hecho de que le dije a alguien estando borracho que me gustaba con un mensaje tan estúpido y cursi que no lo he vuelto a leer desde el lunes por la mañana cuando desperté y quería verificar si todo había sido un sueño o no (o, mejor dicho, una pesadilla).

Además, ¿en qué espacio de mi cerebro se veía normal que yo le dijera que subiera a mi balcón por unas escaleras que están más oxidadas que mis neuronas?

Ahora mismo tengo mil emociones retorciendo mi mente. Vergüenza. Rabia. Miedo. Tristeza. Confusión. Humillación. Frustración. Creo que ya hasta hay una parte de mí que quiere reírse de este asunto hasta que me duela la barriga. Todo esto revela que me he vuelto loco.

Y no sé muy bien cómo me siento ahora mismo, pero lo que tengo muy claro es que estoy molesto. Molesto conmigo mismo, molesto con el imbécil de Carter, molesto con el vodka y las cervezas que me bebí como agua aquella noche y me llevaron a cometer aquella locura. Y molestia hacia el universo porque no se cansa de ponerme en situaciones de aprietos.

Creo que ya lo he dicho antes, pasar pena es parte de mi personalidad.

Pero, la verdad, no me siento tan avergonzado como pensaba. Creo que en parte se debe a que Carter se comportó como un idiota al decir lo que dijo antes de irse. Porque, no lo sé, tantas formas que tenía para decirme que beso del asco y escogió la peor. Al menos no me dijo que me olía feo la boca...

Bueno, creo que me arrepiento de todo lo que pasó ese día.

Si tan solo pudiera regresar el tiempo...

Ahora estoy tan frustrado, como enojado, por no poder controlar mis emociones y comenzar a pensar que de verdad me gustan los chicos.

Es que hasta pensarlo es una tontería. Eso es imposible. Y no quiero sonar como un homófobo, apoyo a que cada quien ame a quién quiera, pero yo sé que no soy homosexual. Siempre me han gustado las chicas, nunca me ha parecido guapo algún chico y, con Carter, no siento nada más que admiración.

Y sí, lo sé, los sucesos de esa noche dicen todo lo contrario, pero estaba ebrio, los ebrios hacen tonterías. Son cosas que pasan. Confusiones. Un error. Algo que no sucederá de nuevo. Y no negaré que al recordar lo que pasó mi pecho cosquillea y mis mejillas hierven, pero seguro es la vergüenza. No sé con qué cara miraré ahora a Carter, si es que acaso nos volvemos a ver.

Efímero [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora