Nubes de cuerpos muertos veo sobre mí. Allá, en lo más alto del cielo rojizo. Tumbados unos al lado de otro, flotando siguiendo ningún camino.
Bajo la mirada, y mis pies descalzos sobre cadáveres frescos, siento lo frío que están entre medio de mis dedos. Observo mis manos y mis brazos, lastimados y cortajeados, mordidos y con falta de carne.
Enderezo la mirada y camino, y camino, en una interminable calle sin fin alcanzable, repleta de cuerpos vacíos, caminantes del sol y la luna.