Días de tinieblas, noches en oscuridad infinita... Los muertos me rodean, susurrándome terror en el oído, mientras mi sombra se convierte en una entidad viviente que me persigue sin cesar. Mi miedo es mi propio reflejo, una criatura monstruosa que me devora por dentro, y la desesperanza es el único destino que me espera al final.
Las paredes me aplastan con sus risas demoníacas y voces que me llaman desde el abismo, mientras la ciudad condenada grita en un coro de agonía que nunca cesará. La lluvia es un diluvio de lágrimas que no pueden lavar mi culpa, y el viento susurra secretos de un pasado que nunca será contado. La luna, un globo oculado que gotea sangre, ilumina un paisaje desolado donde la vida es solo un recuerdo lejano y olvidado.
En este infierno, los vacíos existen sin alma ni conciencia, y la vida es solo un eco lejano de una esperanza que nunca existió. La enfermedad y el dolor son mis únicos compañeros, y la tristeza es el único dios que me condena a una existencia sin fin.
Mi alma ya está marcada, atrapada en este mundo asesinado sin escapatoria. No tengo vuelta atrás, no tengo retorno. Seré consumida y destruida, y luego arrojada como un cadáver más en un mar de muerte, con el sabor a carne putrefacta en mis labios muertos.
Y en los últimos tiempos, solo quedará mi silencio sostenido y lastimado... que nadie escuchará.