Capítulo 13.

6.7K 443 121
                                    

CARRERAS ILEGALES

Esteban

Las cosas con Hinata Nakamura han marchado bien desde el día en que intercambiamos palabras en su nuevo bar. Me ha compartido un poco sobre cómo su familia machista la reprime por el simple hecho de ser mujer. Según sus palabras, el odioso de su hermano mayor, es decir, Ryōsuke Nakamura, quien tiene el rango de Kobun, le ha repetido hasta el cansancio que su único trabajo es lucir bonita, educada y callada porque así es cómo las buenas esposas deben ser. Y estoy totalmente de acuerdo con ese japonés que todavía ni conozco.

Si Vicenta fuese una esposa normal, seguiría esas reglas básicas, pero la maldita adora quejarse, dramatizar y soltar incoherencias. No he tenido tiempo de llamarle, pero extraño martirizarla con las amenazas que lanzo contra ella.

—A veces quisiera que me vieran como un hombre más al cual lo dejan hacer lo que más le place —confiesa Hinata entre mis brazos, subiendo una pierna encima de las mías. Estamos desnudos y descansando del tercer round sexual.

—Demuéstrales con hechos entonces, porque si solo tienes estos pensamientos cuando estás lejos de ellos, no lograrás ni un carajo.

—Me aterra que vayan a encerrarme en el templo, Logan. —Mi nombre falso suena tan raro, pero a estas alturas ya me he acostumbrado porque ella no deja de llamarme así—. Muchos creen que solo lo harían para que yo rece sin cesar a nuestros ancestros, pero dentro de ese lugar suceden cosas horribles.

—¿De qué tipo? —indago en tono neutro, dejando caricias sobre su hombro cuando, por dentro, sus palabras han encendido un foco rojo demasiado intenso.

Hinata se tensa a mi costado de tal forma que me indica que he dado justo en el clavo, algo que me hace sonreír porque las mujeres son tan fáciles de embaucar y más cuando tienen la autoestima por el suelo a causa de sus pedos familiares.

—Del tipo que trauma, te hace gritar para que te saquen de ahí porque sabes que, si te quedas un segundo más, caerás en la maldita locura donde todo lo que mires al salir serán pesadillas llenas de crueldad —resopla de forma temblorosa, pegándose más a mi costado por lo que hago un esfuerzo y la coloco encima de mi cuerpo, viendo cómo sus ojos rasgados se enfocan en los míos.

Con ambas manos coloco sus mechones azabaches tras su oreja, disfrutando la suavidad de estos. Las mejillas de Hinata se ruborizan mientras ambas de sus manos se colocan encima de mis pectorales. He descubierto, en este corto periodo de tiempo, que le gusta mucho esta parte de mi cuerpo.

—Entiendo. Pero... si no quieres ser enviada ahí, ¿por qué decidiste montar un bar y venir conmigo a mi habitación de hotel?

—Deseaba sentirme más que una muñeca a la cual ordenan y mueven de aquí para allá. Y esto sonará raro, pero... contigo estoy sintiéndome una mujer normal.

Puaj. Qué cursilería. Me dan ganas de meterle un calcetín en la boca para dejar de escucharla, pero debo seguir fingiendo que siento una pizca de empatía hacia ella o de otro modo no podré encontrar algo que me ayude con el operativo.

—En ese caso... —Nos doy la vuelta mientras me posiciono en medio de sus piernas—. Continuemos lo que hacíamos para que sigas sintiéndote normal. ¿Qué dices?

Hinata esboza una sonrisa antes de tomarme de la nuca y acercarme a sus labios para entonces abrirse completamente de piernas dejando en claro lo que desea. Es por eso que vuelvo a cogérmela, escuchando como grita descontrolada ante como mi duro miembro la taladra con dureza porque suave jamás he podido hacerlo. Ella recibe cada estocada con gusto sin saber que está encamándose con un coronel que joderá a su familia porque el repudio que siento por los criminales es demasiado intenso.

Tempestad 2 (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora