Capítulo 14.

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NO ME LLAMES SANTIAGO

Vicenta

—Ryōsuke Nakamura, el gran empresario japonés, fue encontrado muerto esta mañana en el distrito de Ginza tras un aparatoso accidente automovilístico que dejó su cuerpo irreconocible. —La voz de la reportera estadounidense frena el movimiento de mi mano contra mi cabello—. Se sospecha que arrebasó la velocidad máxima y se fue de lleno contra los muros que dan entrada al túnel Kurai...

Mi puerta siendo abierta abruptamente ocasiona que brinque y tire el peine con el cual cepillaba mi cabello. Encuentro a Valentina mirándome con susto, como si hubiese visto al Chupacabras en su habitación de hotel y corrió hasta aquí para esconderse.

—¿Supiste lo que pasó en Ginza?

—Sí. Lo acabo de ver en la televisión —respondo, recogiendo mi peine para seguir cepillándomelo.

—¿Y ya le hablaste a Esteban? —la simple mención de ese monstruo me tensa los músculos.

—¿Por qué lo haría?

—¡Porque un Nakamura murió en Japón, Vic! —se exalta, cruzándose de brazos para mirarme de pies a cabeza—. No puedes ser tan insensible e incomprensiva, Vicenta. ¡Tu marido merece saber que estás preocupada por él!

—Pero no lo estoy.

Si antes Valentina estaba pálida, ahora más. Dejo el cepillo encima de la cama y tomo la diadema de florecillas blancas que compré en la mañana que visité una tienda de ropa usada gracias al dinero que Santiago nos dio a cada soldado para comprarnos lo que haga falta para hacer este operativo más llevadero. Jesús llegó con el sobre que tiene el estampado de la FESM y dentro venía mucho dinero, uno que pretendo usar sabiamente para no quedarme en ceros. Me pregunto si mi amigo le contó al coronel mis problemas económicos, aunque honestamente lo dudo.

—Esteban sabe cuidarse bien y no ocupa que lo atosigue con llamadas estúpidas.

—¿Qué clase de esposa eres, Vicenta? —me reclama, mirándome con desaprobación y por instantes, solo por instantes, me hace arrepentirme de haberme puesto el vestido blanco que Karla me prestó ya que dijo que me quedaría precioso con la diadema—. ¿A dónde vas vestida así?

—¿Importa?

—¡Obvio sí! —Estampa su tacón en el suelo en completa indignación—. Tengo que saber qué es más importante que mi amiga preocupándose por su marido.

—Si tanto te preocupa Esteban, ve y márcale tú, Valentina. —Su insistencia no me está gustando en lo absoluto y la forma en que me habla mucho menos—. Si él estuviera en problemas ya nos hubiera marcado. Además, ultimadamente, ¿por qué te preocupa tanto él? ¿Acaso algo sucede y no me lo estás diciendo?

La teniente Zamora endereza la espalda y aprieta las manos en puños. Algo está ocultándome y eso no me agrada en lo absoluto, aunque también puedo estar exagerando ya que es normal preocuparse por un colega, más si este colega es tu jefe.

—Solo me preocupo porque, si algo le pasa a él, no quiero que tú sufras.

«Créeme, estaría bien feliz si algo malo le sucede a ese monstruo violento», quisiera decirle, pero me lo reservo porque entonces podría sospechar cosas.

—El coronel Morgado es un soldado capaz de luchar sus propias batallas, tal como yo lucho con las mías —le aseguro, colocándome las ballerinas ya que Santiago dijo querer hablar conmigo de algo—. Además, aquí todos sabemos los riesgos que implica pertenecer al ejército, así que relájate y confía en tu superior.

Tempestad 2 (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora