Capítulo 25.

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Vicenta

El tiempo que la serpiente alemana me puso pasa más lento de lo que hubiese deseado, y la preocupación respecto a la revelación que hubo en la oficina de Chain, lejos de irse, solamente aumentó.

Pronto la noche ya cae sobre mí y me toca atender a muchos clientes desagradables que me tocan el culo "por accidente"; otros me lanzan piropos de lo más machistas y unos tantos solo se dedican a violarme con la mirada.

Me siento incómoda, un pedazo de carne que en cualquier momento será devorado a la mala por algún enfermo. En cierto punto siento náuseas, por lo mismo tengo que decirle a Jaime que me eche la mano mientras voy al baño para recuperarme. Vomito una gran cantidad al grado de sentir la garganta irritada.

Al terminar aprovecho para mandarle mensaje a mis amigos avisándoles que estoy trabajando en el restaurante de Chain, más que nada por precaución.

Ese imbécil, de tanto en tanto, sale de su despacho y se pasea por todo el local, a veces pide un trago y se sienta en la barra para seguirme con su déspota y fría mirada. Si tuviera mis shurikens a la mano, me lanzaría contra él para sacarle los malditos ojos.

Cuando el reloj me indica que ya he culminado las cinco horas de prueba, Christian llega luciendo más que cansado. Nuestras miradas se encuentran a la distancia, por lo cual lo saludo con el poco entusiasmo que habita en mi ser, pero él, lejos de verse contento, se tensa y enoja al grado de caminar con demasiada furia hasta el despacho del futuro reo de la FESM.

Me disculpo con los chicos de la mesa cinco y salgo corriendo hasta allá. Tengo que escuchar lo que estos criminales tienen para decir.

Christian estampa la puerta con brusquedad y empieza a gritar el nombre de su hermano con tanta cólera que por momentos me quedo helada a unos pasos de la madera que nos separa. Sin embargo, me recupero y rápido saco el celular para grabar porque algo me dice que soltarán datos que pueden servirme.

—¡¿Estás loco?! ¡¿Como se te ocurre ponerle algo así?! —brama con evidente descontento en su idioma natal.

Me acerco lo suficiente para notar que no la cerró por completo. Por la pequeña rendija lo veo acercarse peligrosamente hacia Chain quien muy a gusto está recargado en su silla giratoria y con las botas sobre el escritorio. El golpe que le di le dejó un moretón que me hace regodearme.

—Técnicamente ella lo encontró y se lo puso, no la obligué a nada. —El desgraciado sonríe con sorna. Me muerdo el interior de la mejilla para no cometer una imprudencia.

—No te hagas el pendejo, Chain. Sabes que no puedes tratar a las mujeres como objetos sexuales para tener más clientes. ¡Dile que se quite ese uniforme ya! Me la llevaré de aquí.

—Claro, yo no puedo hacer eso, pero tú si puedes usarlas para que carguen a bastardos que solo te quitarán el tiempo.

—¡No es lo mismo!

El mayor no se inmuta, al contrario, como que disfruta hacer rabiar a su hermano. Cruza sus brazos detrás de su cabeza.

—Es lo mismo. ¿Y sabes qué? No le diré que se quite nada porque Tessa es mi empleada, por lo tanto, no irá a ningún puto lado así que relájate. Tampoco es como que estuviera desnuda.

Christian suelta una risa gélida y estampa su mano contra el escritorio. Toma una pluma de su portavaso y lo apunta.

—Debes ser un maldito ciego de mierda. —El rostro de Chain se ensombrece ante como lo ha llamado su hermano—. ¡¡Esa cosa es lencería!! ¡¡Está en tanga!! ¡¡Luce como una completa zorra y no lo es!!

Tempestad 2 (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora