Capítulo 2

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Me desperté una hora y media antes de que sonara mi alarma y cuando lo hice, vi a Lily en la cama, dormía tranquilamente, como semanas antes del accidente, me moví lentamente, haciendo todo para no despertarla, suspiró profundamente y se volteó al otro lado de la cama, me levanté y me puse una sudadera café con el logo de mi antigua preparatoria.

Tenía meses que no corría, era un habito que había desechado, pero ese día lo sentí necesario, me sentía sobre cargada de energía y no podía contenerme, el bosque era enorme y aunque cuando era niña lo conocía como la palma de mi mano, en ese momento ya no, decidí marcar ciertos puntos para ubicarme, cuando salí todas dormían, visité rápidamente la habitación de mi abuela y ella lo hacía plácidamente, por lo menos cuando dormía sentía que nada había cambiado.

Me puse audífonos y corrí con todas mis fuerzas, lo hice inusualmente rápido, siempre fui una persona activa, si no era natación, era algún arte marcial, nunca duraba mucho, solía aburrirme fácilmente y era difícil que conservara amigos, eso fue lo que me hizo un poco más sencilla mi reinserción a Salem, en Maine no tenía amigos, algunos conocidos, pero ninguno era significativo, nunca fui afín de conocer gente nueva como Lily, pero ahora parecía que la única con la mínima intención de conocer gente era yo, después de lo que según mi reloj fue un kilómetro alrededor de la casa, decidí parar y me senté junto al jardín trasero.

— ¿Calypso? — una voz femenina habló más fuerte tras de mí, era Nora — Caly — su voz al mencionar mi nombre al final fue distinta.

Extrañaba a Nora, eh imaginaba que cuando nos volviéramos a ver nos volveríamos mejores amigas de nuevo y en ese momento lo ansiaba más que nunca, sólo quería sentirme menos sola. Volteé a verla y se acercó a mí, me levanté de un brinco y ahí estaba mi mejor amiga de la infancia e inicios de la adolescencia, alta como siempre y por la brisa de la mañana los rizos en su cabello se veían mojados.

— Nora — mi voz tal vez fue una súplica, porque en ese momento, ella corrió a mí y me abrazó con todas sus fuerzas y cuando lo hizo sentí una paz extraña, una que no vivía desde antes del accidente. Podría jurar que vi crecer un girasol del jardín.

— Te eh extrañado — cuando me soltó, sujetó mi cabeza con ambas manos y me vio fijamente a los ojos — ¿Cómo estás, Caly?

Sentí tanta sensatez en su voz que por primera vez lloré. No fue mucho o escandaloso, pero lloré un poco, cuando lo notó, volvió a abrazarme más fuerte.

— Sabes que eran como mis tíos, ¿verdad? Hacía mucho que no los frecuentaba, pero eran mi familia Caly — volvió a mirarme con sus impresionantes ojos miel — tú eres mi familia.

— Gracias, Nona, te necesitaba.

Después de nuestro encuentro caminamos a mi casa, le invité té y aceptó, faltaba todavía media hora para que el sol saliera, así que nos sentamos en la cocina.

— Estoy en Mystic Grove, dime por favor que vamos a la misma preparatoria — le dije, mientras untaba de mantequilla mi tostada.

— Sí, últimamente no nos ha ido bien... mi abuela perdió casi toda la audición y vista y papá está ajustado, pero Margaret me dejó un fondo antes de perder el conocimiento.

Abrí los ojos, no me sorprendía la benevolencia de mi abuela, siempre que podía ayudaba a alguien, lo que me sorprendía era que supiera que perdería el conocimiento. Llené de azúcar mi tostada y le pegué un mordisco.

— ¿En serio? Mi abuela te quería muchísimo, como a una nieta. — dije, aún medio masticando, tenía confianza con Nora.

— Sí, tengo pagada hasta la universidad y la cabaña la heredé hace poco.

La sangre de los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora