Capítulo 4

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— Vine a esta casa contigo porque me fiaba de ti – le reprochó Fluke soltándose.

– No, no es verdad. No te fías de mí – replicó Ohm en un tono burlón y sombrío. – Seguramente viniste a esta casa porque no te gusta discutir en público y te pone nervioso lo que soy capaz de hacer para ganar.

– Vaya, ¿eso no lo dice todo de ti? – le preguntó Fluke con ironía.

– No sabes nada de mí y, aún así, me juzgas.

Fluke se quedó inmóvil, se quedó desconcertado por esa crítica, y él lo aprovechó para rodearle la cintura con un brazo y estrecharlo contra su pétreo y fibroso cuerpo. Sus hormonas se dispararon como si las hubiesen electrificado. Le mordisqueó el carnoso labio inferior y no pudo respirar solo de pensar lo que se avecinaba. Separó los labios para que su lengua pudiera entrar y una oleada de calidez que le impidió pensar se adueñó de él. Desde el rincón más remoto del cerebro le llegaba un intento de resistencia, pero el resto de sí mismo se oponía. Era el beso de los besos, un beso que podía hacer olvidar cualquier otro beso porque ningún hombre había hecho que se sintiera aturdido y exaltado, que sintiera que la adrenalina le abrasaba en las venas como si hubiese cruzado la línea de meta de una carrera, que no fuese él mismo ni mucho menos. Introdujo los dedos entre su pelo moreno y se deleitó por la libertad de poder tocarlo.

Ohm, abrumado por la reacción de Fluke, se puso tenso y se preguntó cuándo acabaría, mientras se olvidaba de cualquier intención de que hubiese sido una seducción lenta.

Nunca había deseado a nadie como deseaba a Fluke Natouch. El anhelo lo dominaba sin contemplaciones y restregaba la erección contra él con una avidez tan incontenible que le temblaba el cuerpo. No tenía sentido para él. Efectivamente, Fluke era un reto, pero ningún chico había conseguido que perdiera la cordura. Siempre mantenía el dominio de sí mismo, menos esa vez. ¿Debería preocuparle? Dejó a un lado la pregunta, estaba demasiado absorto como para pensar en los inconvenientes y las contradicciones. Tumbó a Fluke en el sofá y lo besó con una pasión desinhibida.

– ¿Qué ... estamos haciendo? – balbuceó Fluke mientras él le quitaba la camisa para dejar a la vista su camiseta de seda que apenas le cubría el pecho, que a Fluke le parecía demasiado. Sabía que era una pregunta ridícula y se sintió incómodo y nervioso al verse casi desnudo.

– Sta' zitto ... ¡Calla!

Ohm introdujo la cara entre su cuello y su pecho magnífico mientras forcejeaba con una camiseta que se adhería a su cuerpo como si no quisiera soltarse. Pensó con espanto que si Fluke hablaba, sería para acabar con aquello. Lo miró a los ojos, de color esmeralda como la más preciosa de las joyas, y le dijo que los cerrara.

– Eres increíble.

Él rompió el silencio que se había impuesto mientras observaba la plenitud de su blanco cuerpo y le pasaba la punta de un dedo por un pezón rosado y ya endurecido. Quería llevarlo a su dormitorio y disfrutar con él como debería, pero no quería romper el hechizo. Inclinó la cabeza y se dejó dominar por la fascinación de su cuerpo. Lamió la coronación rosa y erecta de uno y la succionó. Le encantó que Fluke se removiera y reaccionara a cada una de sus caricias.

Fluke había caído tan profundamente que estaba dejándose arrastrar por un mundo de sensaciones que siempre se había negado a sí mismo. Esa avidez que le pedía más era insoportable. Le palpitaba el cuerpo ahí donde él lo tocaba y mandaban mensajes a ese lugar húmedo que notaba entre los muslos. Levantaba las caderas con anhelo para encontrar alivio con el roce del cuerpo sobre el suyo, quería que Ohm estuviera en todos lados a la vez, quería lo imposible. También quería que se desvistiera, y lo quería con un ansia que lo impresionó, porque ya conocía la anatomía ... Le agarró los hombros de la chaqueta y retrocedió, riéndose por la sorpresa, pero se quitó la chaqueta y la tiró al suelo.

Dueños del anhelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora