Capítulo 2

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— No sonrío con jactancia – replicó Ohm.

– Sí lo haces, ¡siempre pareces pagado de ti mismo!

Fluke tenía los nervios a flor de piel y su cerebro ya no dominaba su lengua porque tener a Ohm en un espacio reducido era excesivo. No era una habitación grande porque pensaba quedarse un mes en Italia y una habitación más elegante se habría comido su presupuesto a las dos semanas. Además, la habitación ya tenía una cama doble y un armario grande, y Ohm ocupaba todo el espacio que quedaba porque era muy alto, tenía unos hombros muy anchos, unas caderas finas y unas piernas largas y poderosas. Miró su físico escultural, que estaba cubierto por un traje hecho a medida que le daba un aire formal a la vez que resaltaba sensualmente esa fuerza muscular.

Se quedó pálido al darse cuenta de lo que estaba haciendo y miró hacia otro lado con la boca seca, con la respiración entrecortada y aterrado de que él pudiera llegar a adivinar lo que sentía por la forma de mirarlo. Que adivinara que lo odiaba, pero no que todavía le parecía impresionante, increíblemente tentador e increíblemente perjudicial para él, como comer demasiado helado ...

– Dejémonos de tonterías, ¿qué haces en la Toscana?

Ohm se lo preguntó cómo solo podía preguntárselo él, con cada vocal cargada de prepotencia y hostilidad.

– Eso no es asunto tuyo – le contestó Fluke sin inmutarse.

– Beppe sí es asunto mío, es mi padrino.

Sus ojos se clavaron en Fluke como rayos láser que intentaban descifrar su expresión.

Fluke se quedó petrificado y bajó la mirada en un gesto defensivo. Ohm conocía a Beppe Sorrentino y, lo que era peor, tenía una relación familiar con él.

– Le escribiste para pedirle información sobre una mujer a la que conoció hace más de veinte años – insistió él dejando muy claro que desdeñaba esa petición.

– No sobre una mujer, sobre mi madre – le corrigió Fluke, al parecerle que no pasaba nada por confirmarle la verdad cuando él ya la conocía.

Lo más probable era que Ohm hubiese leído la carta que él había redactado con todo cuidado para mandársela a su padrino. Naturalmente, no había hablado de novios, embarazos o padres putativos. Había sido discreto, no había querido herir sensibilidades ni ofender a nadie, pero sí tenía pensado preguntarle al anciano si sabía algo sobre quién era el padre de él. Podía ser como dar palos de ciego, pero era lo único que podía hacer. La amable respuesta de Beppe lo había estimulado, pero le enfurecía que Ohm Thitiwat pudiera estar implicado, fuera como fuese, en esa indagación tan privada.

¿Nunca se libraría de la sombra de aquella aciaga noche en Dharia?

– Una madre de la que, por algún motivo, no sabes nada –presionó Ohm en tono de incredulidad.

– Mi madre me dejó al cuidado de mi abuela cuando era apenas un recién nacido. No la conocí – reconoció Fluke mirándolo con rabia.

– No me mires así cuando es mentira.

Ohm clavó en Fluke sus impresionantes ojos que brillaban como ascuas doradas.

Fluke se quedó desconcertado por el repentino cambio de conversación.

– ¿Qué es mentira?

– ¡Que me mires como si te disgustara cuando preferirías arrancarme la ropa! – exclamó Ohm sin el más mínimo rastro de duda en su voz.

– ¿Así es como consigues a tus conquistas? – preguntó Fluke con ironía, aunque notaba que estaba sonrojándose. – ¿Les dices que te desean?

– No, solo tengo que ver tu rubor para saber que he dado en el clavo – contestó Ohm con satisfacción. – No me ando con fingimientos, principesso.

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