Capítulo 8

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Ohm lo bajó en brazos del helicóptero.

El viaje había durado menos de una hora.

– ¿Por qué no quieres decirme adónde vamos? – le preguntó Fluke.

– Dentro de unos minutos sabrás exactamente dónde estamos.

– Yo no estaría tan seguro. No he viajado mucho – reconoció Fluke mientras él lo llevaba unos metros por un embarcadero y lo ayudaba a montarse en una motora.

Sin embargo, como había previsto él, Fluke reconoció dónde estaba aunque solo lo había visto en fotos. La vista de Venecia, mientras la motora cruzaba la laguna, era impresionante.

– Es como el cuadro que me enseñó Beppe – susurró Fluke fascinado.

Cuando llegaron al Gran Canal, la motora aminoró la velocidad por el tráfico y acabó atracando en otro embarcadero muy pintoresco. Se bajó y acompañó a Ohm a un magnífico vestíbulo con enormes lámparas de cristal veneciano.

– Bienvenido al hotel Palazzo Sorrentino – murmuró Ohm. – Es la joya de la corona de mi cadena hotelera.

– ¿Sorrentino? – preguntó Fluke con sorpresa.

– Sí. Perteneció a tu familia, pero el último que lo usó como vivienda fue tu bisabuelo, y hasta él vivía en un rincón muy pequeño. A Beppe le pidieron millones por hacer todas las reparaciones que necesitaba y me lo vendió – le explicó Ohm. – Estaban utilizándolo como almacén porque no se podía vivir allí. Se tardó años en convertirlo en un hotel, pero fue una inversión que mereció la pena. Ahora hay lista de espera durante todo el año.

Fluke se puso rojo al darse cuenta de que casi todo el mundo estaba mirándolos y se acordó de que seguía vestido con su traje de novio.

Un hombre bajo con un elegante traje se acercó para darles la bienvenida y le entregó a él un ramo de flores precioso con las felicitaciones de todos los empleados. Ohm aceptó una llave y lo acompañó por un pasillo.

– ¿Vamos a alojarnos aquí? – preguntó Fluke.

– No en el hotel. El palazzo tenía dos edificios adosados y yo me quedé uno para mi uso personal. Beppe también lo usa periódicamente. Le encanta Venecia, en invierno sobre todo, cuando está tranquilo – le contó Ohm mientras recorrían un pequeño callejón con glicinias para llegar a una puerta estrecha flanqueada por dos ventanas de estilo gótico veneciano. – Es un sitio muy íntimo y también lo atiende el personal del hotel.

Fluke entró en un recibidor con las paredes forradas de madera que daba a un jardincito exuberante que se veía al fondo. Una góndola pasaba por el estrecho canal que había detrás del jardín. Era una escena mágica.

– Dejaré las flores en el fregadero – comentó Ohm mientras le quitaba el ramo.

Él sabía que debería acompañarlo y ocuparse de las flores, pero estaba encantado viendo el tráfico en el canal y se quedó donde estaba.

– Te enseñaré la casa – comentó Ohm con desenfado.

Fluke se vio reflejado en un espejo antiguo muy grande y se dio cuenta de que estaba sonriendo. Miró hacia otro lado porque le fastidiaba que pudiese parecer contento cuando estaba con un hombre que había insinuado que podía ser un cazafortunas.

– Tengo que hablarte de Violet ... de la mujer del hospital para enfermos terminales que cambió el testamento a mi favor – dijo Fluke con cierta tensión.

– No en este momento, ya hemos tenido bastante estrés. Antes deberíamos comer, no comiste casi nada antes.

Ohm abrió la puerta de un comedor donde ya les esperaba la comida encima de la mesa. Le daba miedo que lo que pudiera contarle Fluke volviera a enfrentarlos en esa noche que deseaba que fuese especial para los dos.

Dueños del anhelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora