Capítulo 6

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Beppe lo llamó temprano y le pidió que fuese a su casa. Fluke sospechó que tenía malas noticias y desayunó sin prisa en el patio del hotel, no quería ponerse nervioso por lo que no podía cambiarse.

Beppe había sido maravilloso, había sido afable y atento y quería agradecérselo. Podría haber negado que conociera a su difunta madre, pero, en cambio, le había contado la cruda realidad aunque eso había removido lamentaciones y recuerdos que lo abochornaban.

Fluke fue en coche hasta el palazzo y Adriano lo acompañó hasta la sombreada galería y volvió al cabo de un minuto con café y galletas. Beppe apareció entonces, algo sonrojado y con los ojos brillantes. Lo miró detenidamente y sonrió de oreja a oreja.

– Fluke ... – él le entregó una hoja de papel. – Eres mi hijo y no puedo describir lo que significa para mí saberlo.

Beppe, muy emocionado, no podía casi beberse el café y tampoco hizo caso de la formación médica de él cuando le explicó, innecesariamente, que la prueba de ADN tenía una fiabilidad de más del noventa y nueve por ciento.

– Me habría quedado encantado si hubieses sido mi sobrino, pero descubrir que tengo un hijo después de todos estos años es una felicidad inimaginable.

Fluke le tomó las manos por encima de la mesita redonda y se las apretó.

– Gracias por decirlo.

– Lo digo de todo corazón. Amalia dio a luz un hijo muerto unas semanas antes de que tuviera el derrame cerebral. Estábamos devastados. Sin embargo, creo que no habría podido hablarle de ti cuando estaba viva. Le habría hecho demasiado daño y mi aventura ya le había dolido bastante.

– ¿Cómo crees que se tomará Ohm la noticia? – le preguntó Fluke con la boca seca.

– Vendrá a almorzar y se lo contaré entonces – Beppe dejó escapar un profundo suspiro. – Se alegrará de que yo esté contento, pero le decepcionará mucho que yo engañara a Amalia. Si lo hubiésemos adoptado, como yo quería, él habría sabido mejor cuál era su lugar en la familia.

Fluke se inclinó hacia delante con el ceño fruncido por la curiosidad.

– ¿Quisiste adoptar a Ohm?

– Sí. Respetaré su intimidad y no te daré muchos detalles, pero él no tenía ni padres ni un hogar y yo quise acogerlo, pero Amalia se negó a poner a otro hijo en el sitio que siempre le pareció que le pertenecía a nuestro hijo fallecido. Además, había algunas cosas en la historia de Ohm que la inquietaban y no hubo manera de convencerla para que cambiara de opinión. Aunque él nunca supo que yo quería adoptarlo y nuestra aportación a su vida empezó a ser menos directa a medida que él iba creciendo. Le aconsejamos, nos ocupamos de que recibiera una buena educación y lo respaldamos cuando nos necesito, pero habríamos podido protegerlo mucho más si lo hubiésemos adoptado y hubiese venido aquí con nosotros.

– Eso es una desgracia, pero a Ohm le ha ido muy bien por su cuenta, ¿no?

– Si el criterio es la prosperidad, su fortuna alcanzó unas proporciones estratosféricas cuando ganó los contratos petrolíferos de Dharia. Es un hombre que se ha hecho a sí mismo – añadió Beppe con orgullo, – pero también es un hombre que ha vivido una infancia traumática y una adolescencia muy complicada. Debería haber hecho más por él.

– Me parece que hiciste lo que pudiste dadas las circunstancias – intentó tranquilizarle Fluke.

Esa referencia a la infancia traumática y la adolescencia complicada de Ohm le perturbaba más de lo que le gustaría. Efectivamente, podía imaginarse hasta que punto lo habían curtido esas experiencias y cómo habría cambiado todo con un hogar que le diera cariño y respaldo. Al fin y al cabo, él también sabía que estaba marcado por la falta de amor en su infancia. Su abuela no había querido criar a los dos hijos ilegítimos de su hija y lo había hecho solo porque Annabel le había pagado generosamente para que adoptara esa responsabilidad. Cuando cesó esa entrada de dinero, porque Annabel se arruinó y estaba enferma, su abuela no había parado de quejarse amargamente por la carga que eran sus nietos.

Dueños del anhelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora