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El despertador la despertó de un salto. Su pecho subía y bajaba con rapidez, sudaba y su cabeza daba mil vueltas. Parpadeó un par de veces, se quejó con fastidio y volvió a tirarse boca arriba en la cama. Masajeó sus sienes mientras que intentaba controlar sus respiración. Le costó trabajo incorporarse a la luz de la habitación, y cuando lo logró, la hora del reloj la sacó de la cama a toda velocidad.

Faltaban quince minutos para entrar a clases.

Hikari se alistó lo más rápido que pudo y bajó corriendo las escaleras, tropezando un par de veces y casi cayéndose. Llegó a la mesa, se sentó mientras terminaba de doblegar su cabello rebelde y soltó un suspiro pesado una vez ahí.

—Te dormiste de nuevo —se burló Daichi, dándole la última mordida que le quedaba a su tostada.

Hikari le miró mal, mordió su propia tostada y se levantó de la mesa con el mismo impulso, tomó un trago de jugo y se ajustó la mochila.

—Espera ahí, jovencita, ¿a dónde crees que vas sin desayunar? —le regañó su madre mientras que ella aún intentaba tragar el trozo de pan—. No irás a ninguna parte hasta terminar de comer.

—¡Mamá! —se quejó—. Por favor, comeré en la escuela, no quiero llegar tarde, con esto es suficiente ahora, lo prometo —dijo, se inclinó a morder de nuevo la tostada y luego se acercó a su madre para dejar un beso en su cabeza—. Gracias, mami. ¿Sabías que te amo?

—Sí, lo que digas —la señora Yuzuki rodó los ojos y soltó una risita—. Ahora, ve antes de que cambie de opinión.

—Me voy a ir sin ti —habló Daichi desde la entrada, terminando de ajustar sus zapatos. Una vez hecho, se levantó y abrió la puerta—. Tres, dos-...

—¡Que no se te ocurra! —gritó ella, dejó un beso en la parte superior de la cabeza de sus hermanos menores y salió corriendo a la entrada, se colocó los zapatos y atravesó la puerta de un salto.

Daichi se rió en voz baja y comenzó a seguirla a pasos rápidos; Hikari no tenía remedio.

En su caminata apresurada a la preparatoria Karasuno, se encontraron con Sugawara Koushi y Azumane Asahi, los mejores amigos de Daichi. Y no muy lejos de ellos, Hikari pudo divisar a Azumane Koemi, y Aizawa Natsuki, sus mejores amigas.

Las chicas corrieron en su dirección y la envolvieron en un rápido y cálido abrazo. Entraron juntas al instituto y, una vez allí dentro, Koemi habló.

—Kari, ¿estuviste despierta hasta muy tarde? —dijo la castaña, mirándola de forma acusadora y cruzada de brazos.

Ambas chicas conocían el problema de insomnio y la mala costumbre de Hikari de pasar altas horas de la noche despierta independientemente de lo que hiciera, y normalmente era jugando videojuegos. Ella había intentado no comentarlo en algunas ocasiones, sin embargo, Koemi y Natsuki siempre terminaban por descubrir la verdad.

—No, no, para nada...—murmuró ella, desviando la mirada de forma inocente, sin embargo, cuando volvió a ver a sus amigas, ambas la miraban de forma acusadora. Hikari se sintió como un gato atrapado—. Eh... tal vez... ¿hasta las dos de la mañana?

—¡Kari! —gritaron al unísono.

—¿Por qué lo haces, niña? —Koemi le dió un golpe en el hombro—. Eso está mal, ¡muy mal!

—¡Ya lo sé, perdón! —dijo ella, haciendo un puchero enojón—. Juro que iba a dormir antes de no haber sido porque se unió un jugador a última hora en el equipo contrario —explicó, y de pronto se sintió enojada—. Se hace llamar "applepi" y les juro que ya lo odio. Me mató treinta veces en el combate, ¡incluso cuando no le estaba haciendo nada!

Creí Haberte Visto Entre Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora