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Día 4, Campamento de
entrenamiento de Saitama.




El cuarto día de entrenamiento no había sido lo más relevante, se seguía repitiendo el mismo ciclo. Karasuno se veía en aprietos cada vez que jugaban un partido. Y debido al inconveniente que presentó Hikari el día anterior después de la llegada de Shiori, ese día no le habían permitido participar en casi ningún partido.

Se miraba realmente alterada cuando Shiori estaba cerca, y sentía náuseas cada vez que cruzaban miradas. No entendía el por qué le afectaba tanto, había pasado un año y medio, no había sido gran cosa, quizás incluso se lo merecía, ¿entonces de dónde venía aquella gran sensación de pánico que la invadía?

Había intentado no pensar en ello. Se concentró totalmente en apoyar a su equipo e intentar hacerles reír en un intento de aliviar sus frustraciones al perder. Se negaba a admitir que le afectaba. Se negaba a dejarle ver que aún tenía ese tipo de poder sobre ella.

El día había estado transcurriendo de forma misteriosamente normal, la única cosa que parecía sorprenderles aún era el inmenso calor que hacía en el lugar. La tarde comenzaba a caer de forma rápida, bañando todo de colores naranjas. Hikari estaba sentada en el suelo del gimnasio, estirando por, quizás, trigésima vez todo ese día. Soltó un suspiro de frustración mientras se inclinaba hacia atrás y cerraba momentáneamente los ojos. Aquella sensación extraña de insuficiencia no la había abandonado todo el día, y el darse cuenta de que no había sido absolutamente necesaria en los partidos intensificaban todo.

—¿No te duele el cuerpo de tanto hacer eso? —una voz desconocida la sacó de sus pensamientos. Hikari miró hacia arriba para encontrarse con un par de ojos verdes.

—Lev —suspiró, reconociéndolo. El chico estaba encorvado, casi cubriéndola completa. Ella se levantó—. No, la verdad, me ayuda con el estrés.

Lev arqueó una ceja, enderezándose junto con ella.

—¿Sufres de estrés? —preguntó un poco incrédulo—. ¿Y qué es lo que te estresa?

Hikari ahogó una risa, pero no respondió nada. Volvió su mirada a la cancha, dónde aún seguían jugando el Fukurodani y el Ubugawa. Su mirada rodó por todo el amplio gimnasio, encontrándose con los otros equipos estirando y descansando un poco después de tantas sesiones seguidas.

—¿Cómo se siente jugar con el Nekoma? —preguntó ella de pronto, volviendo su mirada al peli-gris.

—¿Ah? —Lev salió de sus pensamientos, ya se había distraído. Se rascó la nuca de forma nerviosa y soltó una risita—. Pues, ¡formamos un equipo increíble!, Kuroo-san y Kenma-san no tienen problemas para coordinarse, ¡igual con Fukunaka-san y Kai-san!, incluso pienso que si Yaku-san pudiera rematar, tampoco tendrían problemas —él pensó un momento—. Kenma-san es complicado a veces, pero es inteligente y juega muy bien para verse flojo. Quiero entrenar bastante para estar a la altura de todos, aunque, ¡ya soy muy bueno, soy el próximo as! —de pronto hizo un puchero—. Aunque Yaku-san, Kuroo-san y Kenma-san dicen que debo mejorar recepciones...

Hikari intentó no estallar en carcajadas, pero le fue complicado. Lo miró de arriba a abajo y luego se rió. Había visto un poco sus jugadas y aunque sí, eran bastantes malas, tenía convicción y se veía que quería mejorar. Era complicado y divertido.

—Bueno, nadie nace aprendido —intentó consolarlo—. Estoy segura de que mejorarás, sólo debes esforzarte, y obedecer.

Lev arqueó una ceja ante lo último, pero no reprochó nada. Sus ojos se iluminaron y le dió una dulce y emocionada sonrisa.

Creí Haberte Visto Entre Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora