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Día 5; Campamento de
entrenamiento de Saitama.

Otra vez, HIkari no había podido dormir.

Se despertó temprano, quizás incluso más temprano que la primera vez, deambuló por los pasillos que conectaban las diferencias habitación deseando que alguien más despertara para no estar sola; odiaba estar sola, mucho más en la oscuridad.

Encendió la pantalla de su celular y jadeó un poco al mirar la hora: 5:00am. Definitivamente no había podido dormir nada.

Se quejó en voz baja y se decidió a salir de ese edificio, intentando no despertar a nadie en el proceso. Bajó todas las escaleras con cuidado y se apresuró a la salida, si iba a esperar sola, al menos lo haría en un lugar donde podría ver luz del sol en pocos minutos.

Hikari miraba hacia abajo mientras caminaba, más enfocada en sus pies que en otra cosa, y antes de poder salir del edificio, chocó con alguien. Ella levantó la vista rápidamente mientras daba unos pasos atrás, encontrándose con ese conocido cabello en dos colores.

—¿Kenma? —dijo suavemente, intentando llamar la atención del otro chico, quien miraba al suelo. Ella soltó una pequeña burla—. ¿Tampoco puedes dormir?

Kenma levantó un poco la mirada para verla y rápidamente volvió a bajarla. No acostumbraba a que alguien lo descubriera despertando en la madrugada o abandonando la habitación después de no dormir nada; a excepción de Kuroo.

—Supongo...—susurró, jalando las mangas de su chaqueta para cubrir sus manos, dónde tenía su consola y un par de llaves. Se quedó callado un momento, hasta que suspiró—. ¿Quieres... salir de aquí? Podrían atraparnos...

—Claro —Hikari sonrió dulcemente—. Te sigo.

Kenma asintió y abrió la puerta principal del edificio, cuidando de que ella saliera antes de cerrarla suavemente otra vez, caminó un poco a tientas en la oscuridad hasta que las farolas esparcidas por todo el lugar iluminaron un poco su camino. Miró por encima de su hombro y ella venía detrás de él, caminaba suavemente y miraba distraída el cielo, y por curiosidad él también lo hizo. Aún quedaban algunas estrellas.

Ninguno dijo nada hasta que llegaron a uno de los gimnasios más cercanos, Kenma tomó las llaves —no había que mencionar lo complicado que fue obtenerlas— y probó unas cuentas hasta de encontrar la correcta. Sonrió para sí mismo mientras habría la puerta, dejándola entrar y luego entrando en el.

—¿Crees que si dejamos los zapatos afuera, sepan que somos nosotros y nos castiguen por estar aquí tan temprano? —habló Hikari con rapidez, sin entrar completamente al suelo del gimnasio mientras Kenma cerraba la puerta otra vez.

Él lo pensó un poco.

—Creo que...—miró a un costado, encontrándose con la bodega del gimnasio—, podemos quitárnoslos y dejarlos ahí adentro mientras amanece bien.

Hikari no esperó demasiado para obedecer. Se quitó rápidamente las zapatillas y corrió hasta la bodega, la abrió con cuidado y las dejó en una esquina. Las medias que traía puesta tenían orejas de gatito. Ella sonrió.

Kenma copió su acción, y una vez hecho, se sentó en una de las esquinas del gimnasio, cerca de la puerta. Sabía que lo iban a regañar mucho por ello pero, honestamente, le importaba muy poco justo en ese momento.

—Bien, ¿qué hacemos? —dijo Hikari, sentándose a su lado.

Kenma la miró por un momento, estudiándola y luego apartó la mirada. Hasta ese momento no entendía por qué ese brillo despreocupado y juguetón de sus ojos parecía dejarlo ciego. Él tomó su consola y la encendió, iniciando el juego. Hikari hizo pucheros.

Creí Haberte Visto Entre Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora