Seis

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Dre gemía con intensidad mientras era devorado por los labios de aquel alfa dueño de sus más ardientes deseos. Las leves succiones y mordidas que recibía de su parte no hacían otra cosa más que empujarlo directo hacía el paraíso mismo.

                         
Y él, en aquel preciso momento, sólo podía pensar en que no había manera de que se marchara. No cuando un alfa tan alucinante, tan estimulante, tan excitante como Lu lo deseaba con la misma potencia que él.

                         
El omega se encontraba totalmente cegado por la lujuria, completamente embobado por la dulzura de sus caricias extendiéndose por la desnudez de su cuerpo, absolutamente dominado por calidez de su aliento colisionando con la piel de su cuello.

                         
Pero él quería más, mucho más. Quería embriagarse de su aroma, quería enloquecer con sus estocadas, quería propagar la ardiente llama de deseo que se había originado en su interior.

                         
Dre intento tocarlo. Ansiaba producirle al alfa el mismo placer que éste le estaba dando, pero un gruñido gutural lo obligó a detener sus manos poco antes de llegar a su destino.

                         
—Por f-favor… déjame… —balbuceo, impaciente, jadeante, sintiendo el exquisito modo en el que el alfa lo aprisionaba cada vez más contra la frialdad de aquella pared.

                         
—Quieto —espetó con su voz de alfa, haciendo que el omega perdiera las ganas de acariciarlo por puro temor.

                         
De a poco, Cheng comenzó a descender con sus labios por el pecho del moreno dejando, en su paso, un recorrido de marcas que demostraran a quién pertenecía ese cuerpo. Bajo hasta su abdomen y, colocándose de rodillas frente al omega, comenzó a mordisquearle el apenas remarcado hueso de su cadera. Dre gimió, complacido, recostando su cabeza contra la pared. Sus ojos se mantenían cerrados, mientras sus rebeldes manos pretendieron ir hacía el cabello del alfa con el fin de acariciarlo.

                         
Un nuevo gruñido lo espantó y sus manos retrocedieron velozmente, recordando que debía quedarse quieto. Y sólo entonces cayó en la cuenta de lo que estaba ocurriendo, advirtiendo que se encontraba comportándose como un patético sumiso. Su ceño se frunció. Estaba realmente enojado consigo mismo. Miró hacia abajo, contemplando al alfa haciendo su trabajo, y sin miedo, enterró sus dedos entre los mechones negros de su cabello.

                         
Cheng reaccionó de inmediato, apartando la mano de Dre con violencia, colocándose de pie de un segundo a otro. La furia ya se escabullía de sus poros junto a sus feromonas. Su mirada severa se clavo en los ojos del omega, demostrándole con su semblante enojado lo mal que había hecho.

                         
—Te he dicho que no soy sumiso —mencionó Dre encogiéndose bajo la mirada amenazante del otro.

                         
—Lo serás —concluyó Cheng con convicción, todavía molesto por su desobediencia.

                         
De pronto, volteó a Dre brutalmente para que este quedase de frente a la pared. Le quitó el jean de un tirón, desgarrando por completo la tela del mismo. Repitió la acción con la ropa interior, dejando el trasero del omega completamente expuesto ante él. Le apretó una nalga con fuerza, para luego, sin previo aviso, ingresar tres de sus dedos a su humedecida entrada.

                         
Dre dio un respingo contra la pared, jadeando, mientras sus manos se plantaban en la misma como si intentase sostenerse de alguna forma. Su pecho se encontraba pegado al muro, pero su cadera estaba inclinada hacia atrás, siendo sujetada por una de las manos del alfa.

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