Extra

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El horizonte se tornaba anaranjado con la lenta huida del sol. Dre miraba el bonito atardecer a través de la ventana del espacioso y confortable vehículo en el que se encontraba viajando en compañía de su preciosa familia. Aquella que había formado con Cheng, su alfa, su mas que preciado amor de su vida, quien ahora mismo se encontraba conduciendo la flamante Vans hacia la zona costera de Los Ángeles, California.

Dos autos con algunos de sus hombres de seguridad los acompañaban de cerca en aquella trayectoria, no sólo para brindarles protección rutinaria sino para cooperar en el operativo armado que se realizaría durante el anochecer del día siguiente.

Sería una misión tan básica, pero a la vez tan importante, la que se llevaría a cabo. El futuro de uno de sus hijos se definiría con ésta, y por ello toda la familia Lu Wei-Parker se involucraría en modo de apoyo.

Desde su lugar en el asiento del acompañante, Dre miró hacia la parte trasera del auto, posando su negra mirada en su hija menor, Venecia, la cual estaba sentada al fondo junto a uno de sus hermanos mayores.

—Ya estamos por ingresar al autopista, así que... ultima oportunidad para arrepentirte, Vee —avisó Dre en un tono suave y calmado, sonriendo ligeramente.

Venecia levantó la vista de la pantalla holográmica de su dispositivo móvil, haciéndola desaparecer luego de escuchar su nombre. Extrañada, notó que la mirada de toda su familia estaba puesta en ella. Hasta su padre Cheng la miraba por el espejo retrovisor, expectante.   

Se encogió un poco sobre sí misma, intimidada.

—Ya sabes que no nos enojaremos, ni nada por el estilo, amor. —Le recordó su padre alfa, haciendo resaltar la dulzura y la comprensión que albergaba en su ser a través de su tono, poco después de regresar la vista a la carretera—. Aún puedo dar la vuelta y dejarte en casa.

—No, sí q-quiero ir c-con ustedes —respondió la menor, titubeante, nerviosa, procurando no lucir tan temerosa—. Ya no quiero ser la única de la familia que falte —agregó tímida, casi en voz baja.

En realidad, deseaba estar presente para alentar al alfa al cual amaba. Pero eso no iba a decirlo; era su secreto.

—¡Esa es mi chica! —exclamó Alaska con orgullo y emoción, y a continuación estiró uno de sus brazos hacia atrás para que su hermanita le chocara los cinco. Ella sonrió y lo hizo.

Venecia Lu Wei Parker, de profundos ojos negros, suave piel lechosa y alisado cabello oscuro, apenas acababa de cumplir diecisiete años. Diecisiete y aquella no sólo sería la primera misión en la que se involucraría en persona, sino que también sería la primera vez que vería a uno de sus hermanos convertirse en asesino.

Si bien Venecia aborrecía la situación, aterrándole demasiado el hecho de presenciar algo así, estaba decidida a afrontarlo.

Todo lo hacía por él; por su alfa.

Porque ella sabía que él la necesitaba en aquel momento, porque, aunque su presencia no fuese fundamental, ansiaba estar allí para calmar sus nervios y ver con sus propios ojos que todo saliera bien. Además, en Venecia asomaba un ápice de deseo por averiguar por su cuenta como se sentía la acción fuera de las pantallas.

Porque sí, a su corta edad, Vee ya era casi toda una experta en el área de la tecnología y la computación, resultando ser una increíble hacker. Había colaborado varias veces con su padre Cheng, ayudándole en misiones donde se requería hackear sitios o sistemas.

Venecia siempre había destacado por su inteligencia y su habilidad detrás de la pantalla que fuera. Por tal razón, jamás le interesó las armas, ni los enfrentamientos, ni nada que tuviese que ver con poner el cuerpo en la escena en la que habría un crimen.

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