Extra (final)

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Eldwyn tenía un nudo en la garganta y quería llorar. Porque aún amaba a Teddy y lo amaba aún más de lo que le amaba antes. Pero seguía con miedo; miedo de que Teddy ya no sintiera lo mismo. Miedo de que Teddy hubiera enterrado aquel sentimiento muy en lo profundo. Miedo de que ya no existiera alguna posibilidad de que ambos estuvieran juntos.

Si se había negado a aquel abrazo había sido porque le atemorizaba desnudar su alma ante un Teddy que ya no conocía como solía conocerlo.

Necesitaba disculparse, necesitaba volver a hablar con el; lo necesitaba como nunca antes había necesitado a alguien.

Pensó que seguir allí, sentado en la sala, sin hacer más nada que leer el mismo renglón de la novela una y otra vez porque se perdía en sus pensamientos, mientras el amor de su vida estaba a tan poca distancia de él, le pareció absurdo.

Por lo tanto, guardó su ebook y se levantó, pidiendo permiso para ir al baño.

Su plan fracasó cuando Cheng le indicó en donde quedaba el baño de la planta baja. Qué tonto. Era obvio que habría un baño allí cerca. ¿Y ahora con que excusa subiría?

La escalera estaba muy expuesta como para subirla sin que nadie se diera cuenta. Por lo que, derrotado, fue hacia el baño indicado y luego, en vez de regresar a la sala, se dispuso a ir hacia el fondo de la residencia para ver si encontraba alguna otra escalera secundaria. Pero, al parecer, no la había.

Suspiró y se acercó a un gran ventanal que daba al esplendoroso patio trasero. Era amplio, majestuoso, y tras este se cernía una acogedora casita entre los arboles, sitio en el que vivía su prima Alaska, supuso.

De pronto, sus ojos se abrieron con sorpresa al divisar a alguien allí afuera. Su pulso se aceleró al distinguirlo. Oh, Dios, allí estaba. Esa era su oportunidad.

Sentado en una rústica mecedora de jardín, Teddy fumaba un cigarrillo distraídamente.

Eldwyn titubeó, pero juntó valor. Contó hasta cinco y salió a su encuentro tras dar una buena bocanada de aire.

Estaba listo para enfrentarse a aquello a lo que le había temido por tanto tiempo.

¿Teddy aún sentiría lo mismo? ¿aún lo amaría después de todo aquel rechazo? ¿lo odiaría?
Caminó hacia él, tímido y temeroso.

Cruzado de piernas, sosteniendo aquel encendido cigarro en el aire con una sutil delicadeza, Teddy advirtió su presencia. Lo miró con incredulidad, alzando una ceja.

Eldwyn se detuvo a pocos metros de él.

-¿Puedo sentarme? -preguntó bajito con voz trémula, los nervios aumentando sin frenos dentro de él.

Teddy le dio una calada al cigarro, y luego de exhalar el humo restante asintió ciertamente indiferente. Aunque demasiado curioso en el fondo.

Las piezas de su corazón roto amenazaban con unirse.

Eldwyn tomó asiento y respiró hondo, tratando de sobrellevar con calma el hecho de que se encontraba hombro a hombro con el omega más maravilloso del mundo. Aquel por el cual tanto había sufrido todo aquel tiempo que pasaron alejados por el océano. O más bien, alejados por él.

Qué culpa tenía el océano.

Él había decidido apartarlo, y qué idiota había sido. Por su culpa era que Teddy ya no viajaba más para visitarlos, de eso estaba seguro.

-¿Cómo has llegado hasta aquí? -fue lo primero que de su boca salió.

-Por la ventana -Teddy señaló una ventana abierta del primer piso-. Ese que esta ahí es mi cuarto. Quería tomar aire, pero no quería pasar por la sala otra vez.

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