Doce

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                       Maratón 2/5

—No te decepcionaré, ya verás —prometió Dre contento, sonriendo de oreja a oreja—. Es más, te gustará tanto que te olvidarás de eso de querer que sea un sumiso tonto.

                   
El alfa se río, pero al instante se puso serio.

                   
—No, no lo creo.

                   
—Shh—siseó el omega seductoramente, y se acercó a los labios del otro, envolviendo los brazos alrededor de su cuello.

                   
Lo beso lento y apasionado, introduciendo su lengua con imprudencia, mientras sus dedos se enredaban en los mechones negros del cabello del alfa.

                   
El mayor le correspondió de igual modo, permitiendo que este hiciese lo que le diera en gana con su boca. Dre succionaba sus labios con devoción, y un gemido se le escapó cuando el alfa de pronto le apretó las nalgas por encima del jean. Continuó besándolo un rato más, dejando que el ambiente se fuera preparando para lo que se venía.

                   
Sus manos descendieron por su pecho desnudo, acariciando su piel algo humedecida. No despegó los labios de los de él en ningún momento. Sus dedos continuaron bajando, rozando sus costillas, luego su cadera, hasta chocarse con la tela de aquella toalla que ahora mismo solo estorbaba, por lo tanto se le quitó y la misma cayó a sus tobillos. 

                   
Dre apartó los brazos del alfa fuera de su cuerpo, y solo entonces dejó de besarlo. Con la mayor sutileza inició su propio descenso, dejando pequeños besitos en su pecho, y luego en su abdomen. Cuando estuvo arrodillado frente a él, le echó una miradita piadosa, sonriéndole con picardía, tal y como si estuviese a punto de hacer una travesura de niño pequeño.

                   
Sin pavor, envolvió en su mano el miembro erecto de su alfa e hizo fricción, dándole el comienzo a una de las mejores noches sexuales que viviría este. No tardó en sacar su lengua y otorgarle una primera lamida cual gatito al rosado glande. Lo lamió con lentitud, disfrutando por completo de aquel contacto. Poco después, su lengua atravesó suavemente el pene entero, humedeciéndolo con su saliva.

                   
A continuación, ingresó el glande a su boca, succionándolo y rodeándolo completamente con la lengua, haciendo círculos alrededor de este, hasta que se metió el miembro entero sin dudar, chupándolo sin inhibición alguna. El alfa gimió, enterrando sus dedos entre los mechones del menor, cuya boca hacía maravillas con aquel vaivén, lento y estimulante, generándole un placer indescriptible.      

                   
Lo chupó animadamente por un breve instante más, y luego se detuvo, pues no pretendía que todo acabara tan rápido. Volvió a ponerse de pie, percibiendo en el ambiente las ardientes feromonas de excitación que emanaban.

                   
—Se que sonará raro, pero, ¿me prestas tu celular? —preguntó el omega mirándolo con un leve puchero, haciendo que el alfa enarcara una ceja, confundido.

                   
—¿Mi celular? —cuestionó con la respiración entrecortada.

                   
—Sí, es para poner una canción —explicó sonriendo—. Quiero hacer algo que te encantará. Confía en mí.

                   
Aún extrañado con aquella petición, Cheng se dirigió al otro lado de la cama en busca del dicho aparato. Regresó enseguida junto al omega, y con algo de desconfianza se lo entregó ya desbloqueado.

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