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La rutina que Akaza seguía para el cuidado de la bebé era bastante simple.

Podía saber cuándo debía cambiarla o alimentarla tan solo con mirarla, esto gracias a su aguda visión sobre el aura en los seres vivos.

Cuando estaba dormida, si era por el día, se dedicaba a acomodar cosas de la casa o simplemente se acostaba a su lado, asegurándose que nada malo le pasará.

En cambio, si llegaba a dormir por la noche, el salía a buscar comida, tanto para ella como para él, por lo general siempre era lo último. También, si tenía alguna misión, iba y regresaba lo más rápido que podía.

Había veces que la llevaba si solo eran misiones de exploración, pero si se trataba de algo más sangriento la dejaba en la casa. Aunque siempre trataba de evitar lo último por el creciente miedo de que algo le fuera a suceder en su ausencia.

Era una rutina algo monótona, no podía dejarla salir sola al patio por las mañanas porque no podía acompañarla y temía que algo malo le pasará. Sabía que necesitaba del sol, pero no sabía cómo solucionar ese único problema en la rutina.

Claro, hasta que Kyojuro se quedó esa noche.

A la mañana siguiente, admiro como el rubio se despertaba despacio. Akaza no necesitaba dormir, le era indiferente, por lo que se encargó de la bebé durante toda la madrugada y dejo que el pilar durmiera tranquilo.

Mentiría si no dijera que lo miro durante la noche, sintiendo sus mejillas calientes, solo esperando a que volviera a despertar por la mañana para ver sus bonitos ojos.

- Buenos días, Kyojuro.

Akaza se mantenía en una esquina alejado de la luz del sol que apenas pasaba por el papel de las ventanas. La pequeña niña gateaba por toda la habitación, siguiendo los pocos puntos de luz del sol.

Kyojuro tardo en procesar lo que pasaba, mirando algo adormilado al demonio quien le sonrió por su cara de sueño, parecía que no había descansado durante días.

- Akaza, otra vez tú.

- Pues si, estás en mi casa.

- ¿Tienes casa? Esto es nuevo...

- ¿Nuevo? ¿Por qué sería nuevo?

- Nunca había soñado que tuvieras una casa.

Akaza soltó un risa, claro, el rubio todavía estaba dormido. Aunque le pareció algo intrigante el hecho de que el pilar soñara con él, no quiso entrar mucho en detalle, por lo que se levantó y tomo a la bebé entre sus brazos.

- ¿Te parece bien onigiri como desayuno? No se que te gusta y es lo único que puedo cocinar.

- Está bien.

Tener al pilar sin ese instinto de matarlo solo por respirar le hizo sonreír, Akaza estaba que saltaba de la alegría pero ahora debía ocuparse de preparar esas bolas de arroz rellenas y darle algo de papilla a la bebé.

Para cuando Kyojuro tuvo conciencia de donde realmente se encontraba, empezó a andar por toda la casa en busca del demonio, algo abrumado por la sensación de calma, y lo encontró acostado de lado en el suelo jugando con la bebé.

Había una mesita pequeña a un lado de ellos, donde descansaba un plato con algunos onigiris además de otro más pequeño con lo que parecía ser papilla.

Kyojuro sujeto su katana por instinto, pero al ver lo pacífico que estaba el demonio mientras la pequeña le tocaba la cara, la soltó. Se pasó las manos por el cabello sin entender nada e incluso se pellizco para confirmar si no estaba soñando.

Por cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora