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La rutina volvió a tener cambios, esta vez para mal por parte del demonio.

Sabía que había ocultado a su cachorro de su señor, por lo que había ocasiones en que simplemente tenía miedo de que la descubriera. Había una sensación de peligro sobre su espalda cada que lo veía y recibía alguna orden.

Desde que había fallado en la misión del tren, esos ojos rojos como la sangre lo miraban con indiferencia y hostilidad, eran fríos al decir sus órdenes. Eso a veces le daba la impresión que volvería a ser castigado de nuevo.

Nunca había sentido miedo por algo, además de ser calcinado por la luz del sol, pero desde Kōri las cosas habían cambiado, más que todo por el hecho de que Kibutsuji mirara dentro de su mente y encontrará lo que tanto se había esforzado por ocultar.

A parte de eso, esta claro que había otro asunto, y ese era el pilar de la flama.

No es que estuviera mal, es decir, se había esforzado mucho para que lo dejara de ver como una amenaza y funcionó. Un poco, al menos.

Hace algunos días que no lo había visto, suponía que estaba bien, después de todo no sabía con exactitud donde se encontraba la casa. Akaza se había asegurado de ser él quien lo llevará de su ubicación a cualquier otro lado que quisiera.

Obviamente se gano algunos cortes y golpes del pilar por sujetarlo como si fuera un costal de arroz, pero que más daba.

Aún así, había algo en el ambiente que no lo tenía tranquilo, como un presentimiento, solo que no sabía que es lo que era o de qué podría tratarse.

Soltó un suspiro resignado, ya lo averiguaría después, ahora se encargaría de seguir con su rutina.

- ¿Tú qué opinas? ¿Deberíamos salir esta noche?

- ¡Bah!

- Si, tienes razón, hace frío. Mejor no, te puedes enfermar.

- ¡Bah, blah!

- Que lenguaje, jovencita.

Se tiró sobre el tatami sin ningún tacto, la pequeña se recostó a su lado jugando con los dedos de su mano, balbuceando sin sentido mientras él miraba el techo. No sabía porque, pero presentía que pronto escucharía alguna que otra palabra por parte de la bebé.

Al cerrar los ojos, se dio cuenta que no descansaría absolutamente nada, no lo necesitaba, pero había ocasiones en las que se relajaba a tal punto que parecía que estaba dormido, aunque no fuera así.

¿La razón de que no podría descansar? Kyojuro.

No dejaba de aparecer en su cabeza, tan insistente y terco como solo el podía serlo, empezaba a pensar que quizás algo malo le había pasado y por eso no había aparecido por ningún lado.

Odiaba ese sentimiento de incertidumbre.

Dispuesto a salir en la búsqueda del omega, abrigando bien a su cachorro para llevarla, abrió la puerta y la brisa fría lo recibió de inmediato al golpear en su rostro.

Grandes gotas de agua caían del cielo, mojando todo a su paso y creando charcos de agua difíciles de evitar. ¿En qué momento había empezado a llover? ¿Se distrajo demasiado tiempo solo pensando?

- No podemos salir así.

- Bah...

Ambos miraban la lluvia caer con fuerza en el jardín, el cielo nublado hubiera sido suficiente para moverse por algunos lados, pero esa lluvia no. Jamás dejaría que su pequeña se enfermara por ese torrente de agua.

Y por muy preocupado que esté por el omega, ya tenía otra prioridad.

Volvió a cerrar la puerta, caminando por la casa busco la madera que guardaba y la llevo a un pequeño rincón que había remodelado para esas ocasiones. Encendió un pequeño fuego en la chimenea, sentándose en posición de flor de loto y poniendo a su cachorro entre sus piernas.

Naturalmente, al ser un demonio no producía su propio calor corporal, por lo que al darse cuenta que con su simple tacto su cachorro temblaba de frío, remodeló esa parte de la casa para darle algo de calor a la bebé.

Se mantuvieron ahí, él sentado mirando a la nada y la bebé durmiendo contra su pecho, calientita.

Quizás solo por ese día disfrutaría de la tranquilidad que le producía el sonido de la lluvia chocando contra las tejas de la casa. Cerró los ojos, teniendo un recuerdo algo lejano de cuando conoció a una mujer mayor a la que ayudó.

Fue una noche en la que el clima no estaba a su favor, por lo que iba a quedarse dentro de su refugio, eso hasta que escucho los quejidos de alguien pidiendo ayuda afuera.

No iba a prestarle atención, pero eventualmente le dio curiosidad, así que se asomó hacia afuera con su apariencia cambiada. Era una mujer mayor, que se había tropezado en el camino bajando la montaña.

Jura que lo iba a dejar pasar, pero los ojos rosas opacos que alcanzó a ver en la mujer no se lo dejaron.

Esa noche cuido a la mujer mientras hablaba con ella, la dejo descansar y cuando observo que la mañana se acercaba, se aseguró de mantenerse lo más alejado posible de las ventanas y la puerta, antes de despedirse, deseándole que fuera con cuidado.

- Muchas gracias por tu ayuda. Eres un joven muy bondadoso, tienes un gran corazón.

Volvió a abrir sus ojos, la lluvia se había vuelto más amena y su cachorro no se veía perturbada por el cambio del clima. Una leve sonrisa se asomó en sus labios, esperaba que esa mujer tan tranquila y de ojos rosas se encontrará bien.

Para fortuna de Akaza, la mujer a la que había ayudado años atrás se encontraba feliz en su casa junto a su nietos e hijos, agradecida por la ayuda que este le brindo en ese momento.

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¡Ahora un secreto de la Era Taisho!

Canónicamente, Akaza disfruta de conversar con los humanos más que con los demonios porque se le hacen interesantes.

Su conversación con la mujer mayor se basó en tres temas: Pareja, futuro y familia.

Esquivó todos ellos porque en ese momento ninguno era de su importancia e interés, su criterio en la actualidad está algo más cambiado respecto a ellos.

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Siempre he pensado que a Akaza le llaman mucho la atención las personas mayores, porque son muy perceptivos y se dan cuenta de cosas que otros no, al igual que los niños.

La mujer si percibió algo extraño en Akaza, pero nunca supo darle un nombre a eso que sintió.

Este capítulo para darle un poquito más de humanidad a mi precioso pelirosa, lo amo mucho <3

Miss_Sol29

Por cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora