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Tras el paso de su celo, además de algunas medicinas y una revisión por parte de su compañera Shinobu, el pilar de la flama volvió a sus misiones.

Su padre, sin esperarlo realmente, le advirtió que no se acercara a ningún alfa en caso de que su celo aún no pasara por completo. También le había dado una bolsita de tela para su viaje, sin mencionar que se la arrojó desde la puerta de la casa, dándole en la cara.

Senjuro a su lado le pidió no ser así de grosero, pero su padre solo se fue, a lo que ambos hermanos soltaron un suspiro y luego rieron. Últimamente su padre se encontraba muy "cariñoso" con ellos.

Bueno, más bien sobreprotector.

- ¡Ten cuidado en tu misión, hermano!

- ¡Nos vemos luego, Senjuro!

El pilar avanzó felizmente por el camino, con curiosidad reviso la bolsita que su padre le había lanzado, olisqueo lo mejor que pudo el contenido, notando que era hierbabuena y algo de ceniza lo que había dentro.

La hierbabuena le recordaba a su madre, que aunque no presentaba ningún aroma, siempre tenía un toque de este olor en su ropa. Suponía que era a porque solía lavarla con esta hierba, según ella, para mejorar un poco su salud al tener el olor sobre ella.

Era una hierba curativa hasta cierto punto, pero por lo general se usaba más como perfume. Una vez, mientras se escondía detrás de la puerta del armario, pues estaba jugando con Senjuro, escuchó a su padre decir que le gustaba mucho el aroma de su mamá.

Eso lo hizo sonreír, era un buen recuerdo de su infancia.

Regresando a su pequeña investigación, el olor a ceniza era más fuerte, por lo que supuso que se debía a su padre. Después de todo, este era un olor característico de los Rengoku.

Claro que con el había una pequeña excepción, debido a que tenía más marcado su aroma a canela por sus características omega. No contaba a su padre en ello, pues él tenía un aroma muy fuerte a azufre, que cubría su aroma a naranja.

Podría llegar a comparar su aroma a ceniza con la que él y su hermano poseían, pero no era el caso. Shinjuro tenía bien marcado su distintivo como Rengoku, por lo que muchas veces a Senjuro le picaba la nariz cuando percibía este aroma en la casa.

Kyojuro guardo la pequeña bolsita en el bolsillo de su uniforme, sea lo que sea, estaba seguro que el aroma de azufre de su padre mantendría apartados a los alfas tanto como el deseaba.

Avanzó con decisión hacía su misión, listo para cumplirla.

Y así como el omega se movía con rapidez para cumplir con sus deberes, un alfa se enteraba de su regreso a las filas de los cazadores por los chismes que estos mismos contaban.

Akaza, después de darles la paliza de su vida a los hermanos Shabana por su osadía de invadir su territorio, se había mantenido lejos del foco de los cazadores y demonios. Pues su prioridad con su cachorro incremento con creces cuando la escucho hablar.

No podía perderse ni un momento de ese suceso.

- Akaza, A-ka-za.

- ¡Aza! ¡Aza!

- Akaza, dí "Akaza". Se que puedes mi niña, A-ka-za.

- ¡Za! ¡Aka!

El demonio estaba sentado sobre el futón mientras repetía una y otra vez su nombre a la pequeña, quien reía y acariciaba su rostro mientras lo intentaba decir.

Su pequeña lección se vio interrumpida cuando el estómago de ambos sonó, el demonio se levantó con la niña en brazos y fue a su improvisada cocina para revisar los estantes.

Por cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora