Epílogo

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Las batallas son algo que llega a marcar fuertemente a una persona.

Contiene tanto pérdidas como victorias, lágrimas y gritos, una lista interminable de eventos que dejan huella en tu espíritu. Sin embargo, la primera de esta lista es la más dolorosa. ¿Cómo puedes vivir sabiendo que perdiste todo lo que más amaste? ¿Todo lo que era tu vida antes de ese fatídico día?

¿Cómo puedes terminar sola en un mundo tan feliz y libre del peligro nocturno?

Kōri miraba el retrato de su familia en el altar de los Rengoku, se arrodilló con suavidad sobre el cojín, juntando sus manos y empezando a rezar en silencio. Sus mejillas manchadas con algo de tierra por sus prácticas constantes en el patio.

Su abuelo suele pedirle que no lo haga, que descanse un poco y no se sobre esfuerce, pero ella siempre le afirma que está bien. Qué es algo que debe hacer.

Incluso su tío Senjuro suele pedirle que descanse, aunque con menos frecuencia, porque hay ocasiones en que el mismo la ayuda a corregir posturas y le brinda sus dulces favoritos para animarla. Obviamente, sin evitar preocuparse por ella.

- Papá, mamá - murmuró suavemente - Gracias por permitirme tener una familia tan hermosa, también por darme la oportunidad de vivir un día más gracias a su esfuerzo y sacrificio.

Algunas lágrimas se resbalaron por sus mejillas, sin poder evitarlo soltó un sollozo, intentando inútilmente limpiar el agua que caían de sus ojos. Su pecho se apretó con fuerza, intentando aguantar el llanto que se avecinaba. Estaba tan cansada de llorar.

- Los extraño mucho, hubiera querido tener más tiempo con ustedes...

- ¿Cariño?

Se giró hacia la puerta, donde su abuelo se asomaba, no pudo evitar llorar más fuerte al verle. Shinjuro se acercó a su lado, abrazando a la pequeña contra su pecho, tarareando una suave canción de cuna mientras le acariciaba su largo cabello castaño.

- ¿Qué sucede, mi niña?

- Los extraño mucho, a papá y a mamá. ¿Por qué no volvieron por mi? ¿Por qué tuvieron que dejarme tan rápido?

- Sabes que ellos hicieron hasta lo imposible por regresar contigo, fue una batalla muy peligrosa y tuvieron que tomar decisiones difíciles.

- De todas formas... - su voz se quebró, antes de seguir - Hubieran huido, podían hacerlo, yo los estaba esperando en casa...

El omega mayor respiro con profundidad, siguiendo con su canción mientras su pequeña se desahogaba. Habían sido años tan tristes, donde solo los recuerdos podían calmar un poco su corazón, días donde no podía dormir y soñaba con la constante esperanza de despertar y ver a sus padres junto a ella.

De sentir ese aroma tan único rodeando su cuerpo, abrazando su alma con protección y el amor más grande que existía en la tierra, un sentimiento que nadie podría quitarle nunca.

O eso pensaba, hasta que esa horrible noche llego a su corta vida.

- Oye Kyojuro.

Era difícil recordar la voz de su padre, pero lo poco que su memoria podía darle, era una voz fuerte y recta, dulce en más de una ocasión. Incluso algo juguetona, que le ayudaba a dormir muy rápido.

- ¿Qué sucede?

La voz de su madre, en cambio, solía ser más alta y decidida. Su risa era lo que más resonaba en los rincones de su memoria, algo estruendosa pero cálida, una voz que incluso podía llegar a cantarle al oído para calmarla.

Aunque, con el tiempo, fue perdiendo la memoria de cómo realmente se escuchaban y eso le dolía en el alma.

- ¿Crees que tu familia aceptaría a mi cachorro si la quisiera dejar a tu cargo?

Por cosas del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora