Capítulo 4- Odio las arañas

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Izuku soltó otro grito mientras giraba para evitar una pata filosa de una de las arañas. Para después gatear con firmeza sobre la tierra-telaraña y correr de las patas que iban atravesando las telas rápidamente.

Casi parecía, no, era una película de horror traída a flote.

Ya llevaba un buen rato huyendo de los arácnidos, al punto de sentir como algo de cansancio comenzaba a abrumarlo, pero no podía parar de moverse; era una sentencia si lo hacía.

Soltó otro grito cuando puso su mano sobre una telaraña, que no tenía nada debajo y lo hizo caer de cara. Cayó por un hueco lo suficientemente grande para permitirle moverse, y fue lo que hizo desesperadamente mientras trataba de agarrar alguna telaraña, pero estás se rompían a su tacto. Fue un milagro que a último segundo fue posible, sintiendo la gravedad trabajar y empujar su cuerpo abajo unos segundos mientras se mantenía agarrado de una mano.

Soltó gruñidos mientras llevaba su otra mano a la enredadera, agarrándose de los huecos de esta mientras comenzaba a exhalar. Todavía no era momento de descansar; empezó a empujarse de atrás para delante mientras subía lentamente, gracias a la inercia, después de balancearse un rato logro poner los pies contra la tierra del hoyo de donde acaba de caer.

Empezó a escalar hasta que encontró un hueco donde meterse, exhalando con cansancio mientras se tumbaba al suelo y se hacía bolita.

El estrés lo estaba consumiendo a la par que el cansancio.

«Muy bien izuku, muy bien», pensó para sí mismo mientras enterraba su cabeza entre sus brazos y soltaba un gemido exasperado, que rápidamente fue opacado por un gruñido de dolor.

Enderezándose, observó como el corte producido por algunos de esos seres arácnidos se había agraviado un poco en su antebrazo izquierdo.

«No hay quien que me salve de esta», se encorvó con algo de dolor mientras se quitaba el chándal agujereado, aprovechando esas roturas para terminar de quitar un brazo y enrollarlo alrededor del suyo, haciendo un nudo con presión de su mano y boca.

—Puta mierda, debí probar un salto zigzag —Se quejó el midoriya mientras un escalofrío doloroso recorría su aporreada espalda.

Ahora que tenía una claridad postrauma, un millar de ideas lo invadían, entre ellas por qué no fue a la derecha en lugar de la izquierda; porque todos saben que la derecha es la mejor opción.

Había perdido el paso del tiempo, por lo que un vistazo rápido al teléfono le marcaba las siete y media de la noche.

—Mamá debe estar muerta de los nervios, muy bien izuku, muy bien —El muchacho gruñó mientras usaba su brazo bueno para levantarse. Observó a su alrededor y noto que era de tamaño medio, quizás para dos personas y poco más; lo bueno era que esta especie de red de arañas subterránea tenía túneles en los túneles, por lo que otro pequeño pasillo estaba de frente.

Empezó a caminar mientras tenía una mano recorriendo la pared izquierda, esta vez preparado para cualquier salto o caída.

Después de unos minutos llego a otra cúpula, solo que aquí las telarañas parecían abundar y condensarse en capullos colgantes o arrinconados.

Izuku paso un rato buscando alguna salida tras esas espeluznantes telarañas, hasta que entre tanto hilo encontró el pomo de algo. Confiando en su instinto (que lo metió aquí para variar…), jaló con su mano buena cualquier cosa que estuviera debajo.

—Joder —Con su reciente manía de maldecir, izuku hizo fuerza con su otro mano también, sintiendo como sus nervios se removían ante el esfuerzo —¡Mierda! —Masculló mientras sacaba el objeto, cayendo de culo mientras miraba lo que parecía ser una espada llena de hilos.

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