02

3.5K 321 172
                                    

Día 2 — superhéroes

Yuuji está enfrascado en una relación con alguien que no conoce su rostro. Lo ama. Realmente ama a Megumi aún si éste no deja de ponerse en peligro para que acuda a salvarlo, lo ama cada vez que cura sus heridas y lo cubre de besos, lo ama aunque sabe que no puede quitarse la máscara cuando está con él porque sería incumplir las normas.

Yuuji ya ha incumplido muchas normas y no está seguro de poder seguir con su relación en esas circunstancias. Cada vez que sobrevuela la ciudad para acabar en el piso veinticinco de su edificio favorito sus manos arden de deseo y sus labios hormiguean. No sabe cuánto tiempo más podrá aguantar estar tan hambriento de su tacto.

Afortunadamente, Sukuna está ahí para darle el empujón que necesita para ser valiente

Afortunadamente, Sukuna está ahí para darle el empujón que necesita para ser valiente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[ Cayendo entre tus brazos (salté para que tú pudieras atraparme) ]

El cuerpo de Yuuji se suspendió sobre el vacío, recorriendo el aire con la misma libertad que un pájaro. Las corrientes de la ciudad subían, cálidas, desde el asfalto y revolvían su cabello cada vez que se deslizaba entre los edificios, colgándose de las partes más altas de las paredes sin esfuerzo alguno en mitad de la noche. La Luna brillaba en lo alto, reflejándose en las líneas azules que cruzaban su traje rojo.

Aterrizó ágilmente sobre la barandilla de unas escaleras de emergencia. Bajó de un salto y trepó hacia la ventana más cercana, encaramándose al alféizar. Logró ponerse de cuclillas en el estrecho espacio, sin tirar aquella bonita maceta con un cactus. Pegó las manos al cristal y entrecerró los ojos para alcanzar a ver qué había entre toda esa oscuridad. Luego, golpeó suavemente el cristal con los nudillos, emocionado. Cada golpecito era un latido de su corazón en su pecho.

Una figura surgió del interior. Un chico abrió la ventana, despeinado y en pijama. Tenía un brazo en cabestrillo y una mirada verde enmarcada por una expresión somnolienta que se torcía con un bonito bostezo.

—Son las tres de la mañana —señaló Megumi. Al instante, la brisa echó a un lado su cabello negro perezosamente. Lo invitó a pasar, bostezando de nuevo.

Yuuji sonrió, enternecido. No podía evitar sentir que sus pies eran más ligeros que cuando sobrevolaba la ciudad a esas horas.

—Estaba ayudando a un gato a bajar de un árbol —se excusó, entrando. La ventana se cerró, como de costumbre. Era un piso veinticinco, la calefacción estaba puesta y todo estaba en silencio —. Gracias por esperarme.

Megumi le restó importancia con un gesto, dejándose caer sobre la cama. Yuuji se vio de reojo en el espejo, como si sintiera que debiera arreglarse cuando lo cierto era que nunca se descubría el rostro, sólo parcialmente en realidad. A fin de cuentas, Megumi tampoco conocía su identidad.

ItaFushi Week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora