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Día 7 sobrenatural

El dinero viene porque las personas son ingenuas.

Eso fue lo que Toji le dijo cuando le reveló a su hijo que el negocio de ocultismo que llevaba era una farsa para conseguir dinero fácil y rápido.

Megumi creció sabiendo decir lo que las personas querían escuchar, inventando sus propios significados a las cartas y leyendo líneas de manos como si le importaran siquiera. Se había convertido en un mentiroso profesional y, aún así, las personas seguían pagando para que su padre y él adivinaran sus futuros o curaran sus males.

Sin embargo, el día en que Yuuji aparece, Megumi comienza a creer que hay algo oscuro que realmente existe en su mundo.

Sin embargo, el día en que Yuuji aparece, Megumi comienza a creer que hay algo oscuro que realmente existe en su mundo

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[ Me he familiarizado con los villanos que viven en mi cabeza ]

—¡Es un milagro!

Toji sonrió. Un diente de oro brilló bajo la luz del techo del recibidor. Desde una esquina, Megumi observó cómo la mujer mayor se arrodillaba ante ellos para darles las gracias una y otra vez, entre lágrimas que caían por su arrugado rostro.

—Son ustedes tan brillantes y talentosos...

Era un episodio habitual, nada fuera de lo común. Su padre recibió halagos, y Megumi se llevó una buena propina. Los ancianos eran fáciles de engañar y manipular con cuatro mentiras sacadas del rincón más creativo de sus mentes. No había que ser un maldito experto para decir lo que necesitaban oír, o para crear una ridícula performance que, para los clientes, resultaba oscura y mágica.

La puerta del local se cerró. Toji suspiró, con las manos en las caderas, satisfecho. Esa mujer había sido una de sus más grandes cosechas en aquellos meses. Obviamente su hipertensión no tenía nada que ver con supuestas apariciones fantasmales en su casa, ni con su estúpido marido muerto, pero con varias lecturas de tarot y tirando del hilo de una historia inventada habían recaudado más de mil dólares en las múltiples sesiones a las que ella había acudido como un pájaro siguiendo migas de pan por un sendero. La habían obsequiado con amuletos sacados del mercadillo y un tarro de sal bendecida. Las apariciones fantasmales habían desaparecido. El efecto placebo era tan bueno.

Megumi desapareció tras la cortina de abalorios de una de las dos salas del local. Se puso a limpiar, barriendo el suelo, con un leve dolor de cabeza que amenazaba con hacerse más intenso con las horas.

—Oye, Meg, hay alguien en la puerta —le informó su padre, asomándose a la sala mientras se guardaba un buen fajo de billetes en el bolsillo.

—Pues dile que cerraremos en dos minutos —resopló. Ya eran las siete de la tarde y quería volver a casa.

ItaFushi Week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora