CUATRO

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El panorama ahora era el siguiente: dos muchachitos burlándose del cerebro ingenuo y poco maduro de otro. Y es que, a pesar de que por ahora todo estaba resultando bastante satisfactorio para ambos, había algo que debían solucionar. Por lo tanto, crearon un plan que también involucraba a la madre de SooBin y TaeHyun, no de manera voluntaria, como se pueden imaginar, sino de manera indirecta y sin duda de mucha ayuda. Por ello, tenían que aprovechar cuando SooBin no estuviera en casa.

—SooBin —llamó el menor—, ¿cuándo irás a hacer las compras de esta semana? —preguntó inocentemente.

—Mañana, después de llegar del instituto —respondió abrumado. Siendo honestos, este comportamiento de interés de su hermano hacia él le resultaba extraño; realmente nunca recuerda que su hermano se entrometiera en sus asuntos—. ¿Por qué preguntas? —Lo miró fijamente, tratando de descifrar lo que pensaba el menor.

—Nada —sonrió, dio la media vuelta y regresó por donde vino.

Fue un momento fugaz que le dio un poco de inquietud al de cabello cenizo, algo que dejó pasar. Era una situación tan extraña como su hermano, por lo que no importaba demasiado.

A la mañana siguiente, los jóvenes Choi se marcharon al instituto como cualquier día normal de lunes.

YeonJun se puso en marcha. Al ir en un instituto y tener horario diferente, le facilitaba aún más el trabajo.

YeonJun, mamá sale de casa a las 9 en punto...
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¡Bingo! Justo se adaptaba al tiempo que hacía YeonJun hacia su escuela. El trayecto que hacía para allá era el mismo que hacía la señora Choi para ir a su trabajo. Tomó su camino como de costumbre hasta llegar a la calle donde sabía bien que la mamá de sus amigos estacionaba su coche.

Se detuvo en una esquina y, solo asomando la cabeza por la orilla, esperó hasta ver que la señora Choi llegaba en su auto. Una vez que se estacionó, corrió, cruzó la calle y comenzó a caminar detrás de ella fingiendo normalidad. Apuró el paso hasta que pasó junto a ella.

—¡Oh! Señora Choi —actuó con asombro—. Qué casualidad encontrarla por aquí.

—¡Hola, cariño! Qué gusto verte —se detuvo, sonrió y le dio un afectuoso abrazo.

—Espero no se encuentre muy apurada —respondió el peliazul.

Revisó el reloj que estaba en su muñeca y suspiró.

—Un poco, ya voy un poco justa de tiempo, pero, ¿necesitas algo? —respondió, comenzando a caminar.

—No, no, no. No es nada, solo quería saludarla —sonrió—. Por cierto, quería preguntarle si puedo quedarme unos días en su casa. No quería ser imprudente y solo llegar así como así.

—Claro, cielo. Sabes que siempre eres bienvenido en casa —pararon frente al trabajo de la señora Choi.

La conversación de ambos terminó ahí. La señora Choi siguió su camino a su trabajo y YeonJun al instituto. Cabe mencionar que el peliazul iba más que feliz. ¿Por qué? Porque ahora tenían un problema más que resuelto: sus padres. En caso de que sus padres llamaran a casa de SooBin y trataran de hablar con la madre de sus amigos, la respuesta sería "No te preocupes, él se encuentra bien, déjalo unos días más", por lo que sus progenitores no tendrían otra opción más que acceder.

Sin embargo, nos preguntamos por qué YeonJun no regresa a casa y listo. No solo sus papás estarían más que aliviados, sino que también les ayudaría mucho con la broma hacia SooBin. La respuesta es fácil: es un vago que odia la soledad. Y es que, como todos los adultos, los señores Choi también tenían responsabilidades como el trabajo y eso provocaba que el peliazul estuviese solo la mayoría del tiempo. Es por ello que él la pasaba en casa de sus amigos. No solo porque los conocía desde pequeños, sino que los padres de ambas familias habían sido amigos en el pasado y se tenían una gran confianza. Por esa misma razón, los padres de Jun accedían fácilmente a que su hijo durmiera ahí y tuviera un poco de compañía.

Tenemos un problema menos, Tae.
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Después de unas agotadoras clases, para SooBin ya era común llegar a su habitación y pasar tiempo con su ahora mejor amigo, YeonJun. O mejor dicho, un conejo. Su rutina era sacar al pequeño saltarín de su jaulita, limpiar el espacio para que su pequeño amigo estuviera más cómodo, darle de comer y platicar su día con él.

—Junnie —se tiró en la cama boca arriba, colocó al conejo sobre su estómago y prosiguió—. Hoy fue un día muy cansado, ¿puedes creerlo? ¡Por un punto casi saco calificación perfecta! —soltó molesto.

De las pocas cosas que eran importantes para SooBin, además de sus padres, eran sus estudios. Podemos decir que era algo exagerado, pero para él lo más importante era tener calificaciones extraordinarias y así poder entrar a una de las mejores universidades de Corea. No obtener lo que esperaba le hacía sentirse demasiado frustrado.

Y si de por sí ya se encontraba frustrado, el ver a su "amigo" ser un conejillo lo frustraba mucho más.

—¡Carajo! —exclamó.

Se paró de un salto de su cama y, con conejillo en mano, salió de su habitación dispuesto a entrar en el laboratorio de su hermano. No obstante, se detuvo de inmediato al escuchar que se abría la puerta de la entrada principal y sus padres anunciaban su regreso.

—¡Chicos! Estamos de regreso, trajimos la cena —gritó su padre.

De inmediato regresó a su habitación, cerró la puerta y puso seguro. Se dejó caer al suelo, suspiró y dijo:

—Eso estuvo cerca.

Esta situación solo le recordaba una cosa: si su hermano no lograba volver a YeonJun a su estado original, él tendría que hacerlo por sus propios medios y tendría que ser ya.

Esto no podía seguir así.

Mi hyung es un conejo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora