VIII

64 9 2
                                    

Hay mucho que quiero decirte y nada te acabo diciendo, Perseus

Eme aquí, sentada en el césped junto a Perseus, quien relata sus experiencias más recientes mientras me dispongo a escucharlo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Eme aquí, sentada en el césped junto a Perseus, quien relata sus experiencias más recientes mientras me dispongo a escucharlo. O al menos, eso me gustaría afirmar, pues no soy capaz de retener sus palabras por más intención que intentara prestar.

Mi propia mente estaba conspirando en mí contra, desde hace semanas atrás, maquinando situaciones... vulnerables. Y esto no podía continuar, debe cesar inmediatamente. Dejarse llevar por sentimientos no es correcto: no soy una niña pequeña. Hace cientos de años que dejé de serlo, y ni siquiera cuando tuve la oportunidad de refugiarme en lo emotivo, lo fui realmente. ¿Por qué, entonces, habría de permitírmelo ahora?

«— Tu alma está ligada a la suya, y viceversa, era cuestión de tiempo. ¿Qué tiene de malo un pequeño adelanto?»

Ahí está, otra vez. Fragmentos dispersos de la conversación más reciente con la diosa del amor vuelven a invadir mi mente, en la cual pedí explicaciones y me dieron más dudas que respuestas. Cada palabra, cargada de ambigüedad, resonaba en los rincones más oscuros de mi consciencia, generándome inconclusiones.

«— ¿La diosa del amor impaciente por un emparejamiento? ¿Conmigo y un niño? —la taza de té, que sostenía en ese momento, volcó su contenido fragante. El líquido caliente a medida que se expandía por mi mano dejaba atrás un escozor rojizo— No trates de engañarme, tú escondes algo. Ya sea de mí, o de él. No toleraré más interferencias de tu parte.»

Y así, con mi negativa por seguir su capricho divino, parecía verdaderamente afligida. Sin embargo, poco me importó su reacción. Tenía suficiente lidiando con su revelación, analizando frase por frase y palabra por palabra hasta ahora, con la intención de ver si se me había pasado algo más. No dio mucho resultado: cuanto más buscaba, más me enredaba en el doble sentido.

«— Está fuera de mí apresurar las cosas, sí... pero es necesario. No hay malas intenciones detrás de mis acciones, Andy, eso tenlo por seguro. Así que, por favor, sigue mis deseos y continua tus encuentros con él.»

«Púdrete en el pozo más oscuro del Tártaro.» Quise decir, mas no cedí a sucumbir completamente a la emoción del momento, porque si lo permitía la convertiría en una enemiga, lo cual arruinaría no solo mi propio destino, sino también el de Perseus.

«— Si, como afirmas, no albergas malas intenciones, júralo por el río Estigia.»

Era demasiado consciente de la línea que nos dividía: ella es una diosa, yo una mestiza. Fui lo suficiente impertinente con la osadía de mi petición y el desprecio en mi tono: no tolerará más. No obstante, parecía difícil subyugar la impotencia que me consumía en esos momentos.

«— No... no puedo.»

«Por supuesto que no puedes. —la taza sobre su mano idílica, tembló— Considera esta conversación como el pago de tu pedido. Puedes retirarte.»

SUEÑOS SECRETOS || PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora