p r ó l o g o

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Intento invocar al dios del inframundo (sale mal)

Una invocación es peligrosa, arriesgas tu mente y expones tu cuerpo, más aún si es una invocación al mismísimo Hades

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Una invocación es peligrosa, arriesgas tu mente y expones tu cuerpo, más aún si es una invocación al mismísimo Hades. El dios del inframundo y rey de los muertos cuyo poder consumirá tu vida. Sin embargo, rechazo el miedo y la duda ante las consecuencias que podría enfrentar, no son emociones suficientemente fuertes para dejar la idea en solo una idea.

«Debes ser curiosa, pero no impertinente; conociendo tus límites puedes evitar la muerte prematura.» La voz de mi mentora viene como última advertencia. No mentiré, estas sí causan una ligera duda, las palabras vacías no son. Las recuerdo a la perfección porque quiso evitar una muerte, pero desgraciadamente nadie ni nada puede evitar a las Moiras. La desafortunada fue una antigua aprendiz, una antigua amiga, quién intentó replicar la maldición de Escila. Y sí, por si te lo estás preguntando, la misma Escila del estrecho de Mesina, el monstruo que devoraba hombres, derrotada por Odiseo. Hay días que me pregunto por qué el conjuro de Escila y no otro, supongo que buscaba la gloria; nadie ha podido replicar la maldición, consumía una emoción tan intensa que solo la mismísima creadora, la hechicera Circe, pudo crear en su momento. Además, fue ella misma quien le advirtió de las consecuencias, peró la soberbia de la alumna pesó más que sus palabras y murió.

Muerte. Es deprimente que todas las posibilidades se resumen a morir: si sale bien, me encontraré al Dios de los muertos y si sale mal, también. La diferencia radica en que la primera opción será viva –y luego por impertinente, me mata– y la segunda, muerta –y ya no podrá matarme porque lo estaré–; simplemente esperanzador, aunque en ambos casos, abrazaré la muerte prematura.

«No echaría de menos transformar a hombres en cobayas los cuales no resisten menos como prometen. Todos iguales con: los mismos pasos, las mismas caras, los mismos diálogos y las mismas reacciones.» Pensé antes de dar inicio al rito y mucho antes de desmayarme.

La experiencia con la magia me permitió sentir la división de mi mente aún despierta y mi cuerpo inerte. Veía nada, la nada. Buscaba la naturaleza que me rodeó, el viento del norte que sentí, las criaturas que escuché. Había ausencia y más ausencia, todavía. Sé que muerta no estoy porque si lo estuviera Tanatos hubiera venido por mi alma, cosa que no ha pasado –creo–; puede ser que haya cometido un error en el proceso, consecuentemente puedo estar en un sueño artificial. Una situación inesperada, de la cual he de salir cuanto antes.

Desplazándome por el espacio, floto en el vacío, algo extraño de experimentar y definir. Nada. Obtengo el mismo resultado que antes y empiezo a molestarme. Preferiría estar en el inframundo que en la nada absoluta, allí por lo menos hay una criatura gigante con tres cabezas capaz de entretenerme más que quién sabe dónde me hallo. ¿Tanta mentalización en vano? No acepto este final, me niego. No, después de todo lo que he pasado todo este tiempo. El destino me lo debe, no, los dioses me lo deben.

«Qué importa si no es Hades, me sirve cualquier otro. Perséfone, Ares, Hécate, Eros o Artemisa.» Mi queja tuvo una reacción, quién sabe si fue mía o de intervención ajena, en torno a mi la nada empezaba a tomar forma.

SUEÑOS SECRETOS || PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora