IV

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Ella trazó una línea y él va a cruzarla

Andrómeda apareció en el ensueño que compartía con Percy por cuarta vez en el día

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Andrómeda apareció en el ensueño que compartía con Percy por cuarta vez en el día. Los ánimos y la voluntad por los suelos debido a la visita desagradable que recibió horas atrás, no era para menos, Afrodita había revelado que Mia, el ser más preciado de su vida, dentro de un año se marcharía de la isla. Para finiquitar, sin su compañía.

¿Cómo debía tomarse eso? ¿Bien? Más quisiera. Ni siquiera le mencionaron el motivo de la partida, la compañía que tendría o si llegaría bien a su destino. Nada de nada. ¡Por los dioses, soltaron una bomba contrarreloj sin instrucciones de cómo detenerla! No podía predecir lo que sucedería, las posibilidades son infinitas y su cabeza no la ayudaba creando escenarios con finales peores que los anteriores. No dejaría su vida a voluntad de las Moiras. Es su hija, su protegida, su niña, su compañía, su tesoro. Mia.

No tenía nada ni nadie más que a ella. Pensar que la abandonaría es doloroso, más de lo que creía saber. Es como si le hubieran clavado una daga en el pecho, fría y cruel, incapaz de removerla por miedo a ver lo que acontecería después. La conservaba, sin tocarla, y ella permitía que el doloroso material la consumiera y esparciera su veneno por toda su fisonomía, cuyo contenido mortal no sabía como sanar y lo único que alcanzaba a hacer es ralentizar sus efectos. Una muerte lenta y dolorosa.

«Por favor, Apolo, no permitas que le hagan daño.» La posibilidad de una pérdida caía con pesadez sobre sus hombros. En aquel instante, ¿qué relevancia tenía el orgullo? No le preocupaba renunciar a él con el propósito de rescatarla. Si rogar al dios, padre biológico –y ausente–, permitía que Mia estuviera segura, qué así fuera. No importaba cuál fuera el desenlace de su situación posteriormente. Cumpliría cualquier capricho. Pagaría el precio necesario. Cualquier deseo. Mataría a quien hiciera falta. Con tal de que no la separaran de su hija, haría lo que fuera.

¿De qué servía la hechicería en estos casos? Tal vez si actuará con más lógica, hallaría una respuesta racional, pero no es el caso. Nunca es el caso para ella. Ese es el problema de Andrómeda, no piensa. Siempre deja que sus emociones actúen por ella en situaciones críticas. Siempre se descontrolaba, se desbordaba y acababa peor. Se prometía a sí misma que no volvería a suceder, que cambiaría, no volvería a consumirse por sus emociones. Tomaría el control de la situación, mejoraría. Siempre fallaba.

Está en un estado lamentable. No sabe qué hacer. La desesperación juega en su contra. Y en cualquier caso, carecía de recursos a los cuales acudir. No había una madre que le ofreciera consuelo, un padre dándole esperanzas o una hermana que le ofrezca ayuda. Nadie. No tenía familia, tampoco amigos. Ninguna pareja que la apoyara. Como ella dijo, solo tenía a Mia. Nadie más. No había alguien capaz de darle la mano, alentarla ni darle fuerzas. Está sola. Lidiando con un problema que sobrepasa sus capacidades. Sola se ahoga en la negatividad.

SUEÑOS SECRETOS || PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora