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— S E G U N D A   P A R T E —
Una chica de dieciséis la tiene en mi contra y salgo impune (otra vez)

— S E G U N D A   P A R T E —Una chica de dieciséis la tiene en mi contra y salgo impune (otra vez)

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Recuerdo la primera vez que fui castigada. Fue después de cinco meses desde mi llegada a Eea, donde cada aspecto de mi existencia estaba marcado por el desdén, y que debido a tal rechazo me convertí en objeto de envidia. No comprendí en su momento ni cómo ni por qué recibí «la afortunada» fue mi sobrenombre. ¿No entiendes a lo que me refiero? Bueno, es un tema complicado y extenso, inclusive molesto. De todas formas, te lo resumiré.

Tiempo atrás no había aprendices en la isla, solo esclavas. Niñas de cinco a dieciséis años que eran compradas y obligadas a trabajar por y para Circe. La mayoría semidiosas, pero alguna que otra humana talentosa también solía aparecer. Ninguna de ellas yacía aquí por propia voluntad; todas fueron llevadas contra sus deseos, es lo que podríamos denominar secuestro.

Fue entonces cuando comprendí el trasfondo de su envidia: fui la primera en no ser considerada un intercambio mercantil. El propósito de mi estancia es el castigo divino por quebrantar las leyes de la vida ajena, pero ellas no lo sabían, se quedaron con la ilusión de Circe recibiéndome con una sonrisa cálida. Asimismo, interpretaban lo que querían e interesaban, les fue fácil creer que fui una especie de tributo.

Ahora entenderás por qué «la afortunada», ¿no? Gozaba de privilegios que ellas no poseían, aunque no era consciente de ello; o más bien, me negaba a reconocerlos abiertamente. Las mejores prendas, las porciones más sabrosas, las palabras pacientes, etc. Cabe confesar que mi actitud también jugaba en mi contra. Fui distante y prefería aislarme, cegada por la negación y la falsa esperanza, no quise relacionarme con nadie. Teniendo en cuenta ambos puntos, no di una percepción lo suficiente agradable para ellas y, con la intención de "bajarme los humos", no dudaron en ir en mi contra. Fueron muchas —demasiadas—, aun así recuerdo a la cabeza del grupo; una adolescente de dieciséis años, hija de Eolo, especializada en la magia verde. Me ordenó limpiar el almacén grande, concretando que retirara el líquido de los frascos y los mezclara en el lago cercano de la mansión. Desconocía que el almacén mayor era para no preservar las pócimas avanzadas o que el lago era de uso exclusivo de la maestra. Caí en las intenciones ajenas.

La segunda fue similar, las que siguieron también. Las dejé pasar, cada una de ellas, y preferí centrarme en mi educación y entrenamientos, pues el adoctrinamiento de Circe es severo, casi inhumano, no me permitía bajar el nivel, solo elevarlo. Además, ¿qué es el castigo si no hay sufrimiento de por medio? En parte, merecía las trabas que me ponían. Eran el precio de vivir sin él.

Para la vigésima cuarta, Circe empezó a dudar de la realidad. No veía lógico en que actuará con rebeldía si iba a pasar toda mi vida a su lado. Entonces, me puso a prueba, lanzando una única advertencia al aire: «Si no eres más productiva, tengo el permiso de encerrarte en una cueva oscura por la eternidad.». Sabía con qué mantenerme bajo su dominio, ya que me amenazó con mi única vulnerabilidad: la oscuridad. Y si creéis que por amenazarme, hice algo al respecto, estáis equivocados. Permití que se esparciera la advertencia. En cuestión de segundos, todas fueron conscientes de mi situación y no dudaron en intervenir. Fue una gran idea lo que planearon: regresar a su forma original a los nuevos prisioneros de la maestra, la tripulación de Barba Negra, con la intención de sembrar el caos y el fin de Eea. Tristemente, cegadas por sus deseos, no tuvieron la precaución de ser más cautelosas y, como resultado, fueron sorprendidas in fraganti.

SUEÑOS SECRETOS || PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora