Capitulo 8

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Laurel estaba sentada en una banca afuera del imponente edificio donde se celebraba el evento de caridad. La tarde avanzaba, y aunque había disfrutado un poco con los niños, su mente estaba en constante alerta. Su elegante vestido blanco destacaba su cabello igualmente blanco, haciéndola parecer una figura etérea en medio de la creciente multitud de invitados. Mientras reflexionaba, un lujoso automóvil negro se detuvo frente a la entrada. Observó con indiferencia cómo Bastian, junto a Henry White, descendía del vehículo.

Bastian, incómodo en un traje formal y lejos de su atuendo extravagante habitual, lanzaba miradas furtivas a su alrededor, claramente descontento con la situación.

"Vaya, el cirquero ha salido de su carpa," pensó Laurel con ironía.

Cuando Bastian y Henry entraron en el edificio, Laurel se levantó, alisándose el vestido y siguiéndolos con la cabeza alta, decidida a mantener su identidad oculta mientras observaba de cerca a su nuevo enemigo.

Adentro, el ambiente era sofocante con la opulencia de la alta sociedad. La barra de licores brillaba como un faro para los descontentos, y Bastian no tardó en dirigirse hacia ella, dejando a Henry en medio de una conversación con otros magnates.

En la Barra de Licores

Laurel se acercó a la barra, fingiendo interés en las botellas alineadas mientras observaba a Bastian por el rabillo del ojo. Él no la reconoció en absoluto, aparentemente más interesado en la bebida que en las personas a su alrededor. Laurel pidió un whisky y, con una sonrisa encantadora, se dirigió a Bastian.

—Vaya, nunca pensé que vería a alguien tan interesante como tú en un evento como este —comentó ella, fingiendo sorpresa.

Bastian levantó la mirada, sus ojos recorriendo el rostro de Laurel antes de detenerse en su cabello.

—Interesante, ¿eh? —respondió él, medio sonriendo—. Supongo que el traje no puede ocultar todo, ¿verdad?

Laurel rió suavemente, tomando un sorbo de su whisky.

—Definitivamente no. Así que, ¿un empresario, dices? —inquirió, sabiendo perfectamente la respuesta.

Bastian, atrapado entre el deseo de impresionar y la necesidad de mantener su cubierta, decidió ser sincero a medias.

—Algo así. Manejo un circo, el Circo Luna Morada. Pero a veces, las apariencias engañan, ¿no crees?

Laurel fingió una mirada impresionada, aunque por dentro se regocijaba con la ironía de la situación.

—Un circo, dices. Qué intrigante. No todos los días se conoce a alguien de tu mundo en un lugar como este.

Bastian se encogió de hombros, lanzando una mirada rápida a la multitud.

—El negocio del circo puede ser... impredecible. Y tú, ¿qué te trae aquí? No pareces la típica filántropa.

Laurel mantuvo su expresión afable, aunque su mente trabajaba rápidamente para mantener la farsa.

—Cumpliendo con obligaciones familiares, supongo. Los Von Richter tienen una reputación que mantener —dijo, recalcando sutilmente su apellido—. Pero me gusta pensar que hay algo más en este tipo de eventos que solo apariencias.

Antes de que Bastian pudiera responder, Henry White se acercó, interrumpiendo la conversación.

—Bastian, espero que estés disfrutando de la noche —dijo Henry, notando la presencia de Laurel—. Y veo que has conocido a la encantadora señorita Von Richter.

Bastian asintió, dirigiendo una mirada de disculpa a Laurel.

—Sí, Henry. Hemos estado hablando de cómo las apariencias pueden engañar.

Crimen en el Anillo: Mafia, Circo y el Baile con la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora