Capítulo III Determinada

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—Atenea—, de nuevo esa molesta voz perturbaba mi sueño

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—Atenea—, de nuevo esa molesta voz perturbaba mi sueño.

—Atenea—, como molesta esta mujer, de verdad.

Era la misma voz que había estado interfiriendo con mis sueños durante no sé cuántos días. Ya no la soportaba; era irritante.

—Soy tu abuela, Marie—, hablaba la mujer con insistencia.

Abuela, no. Era la nana de papá, eso no significaba que fuera mi abuela. Siempre me molestó en la historia principal que se creyera algo que no era; es una mujer patética.

—En mi familia no existen sirvientas que se conviertan en mujeres dignas de llevar el apellido Morgan, así que no entiendo cómo puedes ser tú, una sirvienta cualquiera, la abuela de mi nieta—, dijo Regina entrando en lo que ya había reconocido desde hacía varios días como mi habitación. Solté una risa y me llevé las manos a la boca por las palabras de mi bisabuela.

—Prácticamente, críe a Christopher, Regina. Por lo tanto, soy como su madre—, dijo la mujer con terquedad.

—Mi nieto no te considera más que una sirvienta, una nana a la que se le paga por su trabajo, trabajo que no te veo realizar. Para ti y cualquier otro ser repugnante como tú, soy la Señora Morgan, qué insolencia. Ve a preparar el baño de Atenea, haz el trabajo para el que se te paga—, respondió Regina con frialdad. La mujer salió de mi habitación, supongo que molesta, ya que no podía ver su cara desde mi cuna.

Los brazos de Regina Morgan me sujetaron y me arrullaron mientras comenzaba a quitarme la ropa, supongo que para mi baño matutino.

—Abuela—, resopló Regina por lo bajo—. ¿Quién se cree esa asquerosa sirvienta al considerarse tu abuela? —dijo con claro disgusto en su cara.

Yo solo reí y metí mis dedos en mi boca, cosa que Regina no me permitía hacer. Fruncí el ceño por ello. Son mis dedos, es mi boca, ¿por qué no puedo meterlos? Qué molestia.

Regina continuó con la rutina, bañándome con cuidado y murmurando sobre Marie y tarareando esa canción que siempre me relajaba por alguna razón. Mientras el agua cálida me relajaba, mi mente volvía a mi situación. Ya había aceptado que estaba en la trama de "Pecados Placenteros". Había reconocido a los personajes y comprendido la dinámica de la casa Morgan aunque aún no estaba segura si estaba en el famoso Penthouse o en High Garden. Todavía tenía preguntas sin respuesta, especialmente sobre mi madre.

Después del baño, Regina me envolvió en una toalla suave y me llevó de vuelta a mi habitación. Me vestía con esmero, eligiendo la ropa con una precisión que solo una mujer de su posición y experiencia podía tener. Después de todo no usaba ropa simple de bebe, siempre estaba vestida con vestidos muy bonitos, debo aceptar que este cuerpo aunque sea de bebe es hermoso. Parezco una muñeca.

—Eres una verdadera Morgan, Atenea—, dijo mientras abrochaba un pequeño botón en mi vestido—. La elegancia y la dignidad corren por tus venas.

Mientras hablaba, mis pensamientos vagaban hacia Christopher. Sabía que era mi padre, pero ¿quién era mi madre? El libro no me daba respuestas claras y cada día que pasaba, mi curiosidad crecía.

Regina me dejó en la cuna y se alejó un momento. Cerré los ojos y traté de concentrarme. En la historia, Christopher tenía varios intereses amorosos, pero las dos principales eran Rachel James y Sabrina Lewis pero ella por ser una mentirosa, claro esto por lo menos en el primer libro. Si una de ellas era mi madre, ¿cómo afectaría eso mi vida aquí? ¿Heredaría la fortaleza y la pasión de Rachel o la locura de Sabrina?

La puerta se abrió de nuevo y mi padre, Christopher, entró en la habitación. Su presencia era imponente, y su rostro se iluminó al verme.

—Pequeña bola de baba —dijo, levantándome con facilidad. Su mirada era cálida y protectora, una mezcla de orgullo y amor que me hizo sentir segura. Aunque me indignaba que me llamara de esa forma. ¿Cómo se atreve? Soy superhermosa. Me molesta.

—Está perfecta, como siempre—, dijo Regina—. Aunque hemos tenido que lidiar con ciertas... interrupciones.

Christopher frunció el ceño, pero no dijo nada. Me sostuvo cerca de su pecho y yo cerré los ojos, disfrutando del calor y la seguridad de sus brazos. Es complicado de explicar, ser una mujer de 18 años dentro de una bebe de casi 3 meses teniendo todos mis recuerdos de mi vida pasada y aun así sentir esta conexión con este personaje ficticio que ahora era una persona real de carne y hueso es para mí una confusión pero a la vez un alivio. Ser una bebe reencarnada es complicado.

Mientras pasaban los días, observé y escuché. Cada conversación, cada interacción, me daba más pistas sobre mi lugar en este mundo. Sabía que tendría que adaptarme rápidamente y aprender a manejarme entre las intrigas y los juegos de poder de los Morgan.

Pero lo más importante, debía descubrir quién era mi madre y qué significaba mi existencia en esta compleja red de relaciones. Tenía que estar preparada para enfrentar cualquier desafío que viniera, usando mi conocimiento del libro como mi guía.

Así, mientras el sol se levantaba y la vida en la mansión o el Penthouse Morgan seguía su curso, yo me preparaba para enfrentar mi destino en este nuevo y fascinante mundo.

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