𝟎𝟎𝟐

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Cattaleya

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Cattaleya

Prisión de santa maria ixcotel, méxico

—Entonces ¿Qué hubo, jefa? ¿Nos volamos esta noche o qué? —digo juguetona mientras la empujo en modo de juego.

—Shh, cierra la boca, colombiana. ¿Acaso quieres que el plan se vaya al carajo? —responde seria y tajante, haciendo que enseguida dejé de tocarla.

Disimuladamente nos separamos, entrando por separado al comedor. Cada quien toma su bandeja con comida y nos sentamos lo más alejados posible. Esto es de siempre. Si estamos juntas, los policías sospecharán que planeamos algo, pues ¿por qué andaría tan juntas una narcotraficante y una loca que ya intentó escapar anteriormente? Es lógica, nena.

—¡Qué hubo, güera! —saluda Carmen, una mamasita mexicana que está aquí por cortarle el pito y las bolas a su novio por engañarla con su hermana—. Siéntate con nosotras, colombiana.

—Si mantienes a tu perrita atada, con gusto lo hago —digo refiriéndome a la morena fortachona que está a su lado, la cual no deja de mirarme como si en algún momento fuera a atacarme.

—¡Cierra la boca, puta, si no quieres que la corte! —grita, amenazándome con un cuchillo de plástico, lo cual me hace reír.

—Ya, ya, cariño, no la espantes. Anda, Catty, siéntate.

Hago lo que me pide, pero tomando distancia de su "amiguita".

—Entonces, ¿te deshiciste del degenerado de Pérez? —pregunta en voz baja, pero lo suficientemente alto para que solo lo escuche yo.

Ya sabía yo que esta conchuda me llamaba para esto.

—No sé de qué mierdas me hablas —respondo mientras me mando un bocado de la asquerosa comida que sirven.

—Sí sabes, solo que te haces la estúpida. Anda, vamos, dime qué le hiciste.

—Carmen, si solo me llamaste para saber qué mierda pasó con el policía ese, pues te digo, mami, que te equivocaste de persona.

—Anda, güera, dime. Tampoco es que voy a ir por ahí esparciendo tus cosas —insiste.

Suspiro, cansada de que siempre ande de chismosa. Está bien, si a mí me llegará el cuentico de que una de aquí ejecutó un oficial, obviamente voy a querer detalles. Aunque si la persona no quiere contar nada, lo respeto, y lo que Carmen está provocando es que le corte el maldito cuello.

Disimuladamente vuelvo a ver dónde está mi jefa. La veo no muy lejos de mí, a solo tres mesas más atrás de donde me encuentro. Se ve tan tranquila, que pareciera ser una persona buena, no la misma que hace dos días atrás cortó pedazo por pedazo a un oficial y lo puso en bolsas.

La voz de la mexicana me saca de mi trance, preguntando lo mismo de antes.

—Mira, Carmen, si quieres seguir respirando, deja de meterte en lo que no te importa —digo finalmente, con una sonrisa que no llega a mis ojos.

𝕮𝖗𝖆𝖟𝖞 𝖎𝖓 𝖑𝖔𝖛𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora