pensamientos de penumbra

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Izuku siguió a Tartaglia a través de la fábrica abandonada. La luz de la tarde se filtraba débilmente a través de las ventanas rotas, creando un juego de sombras en las paredes en ruinas. El ambiente estaba cargado de polvo, y el sonido de sus pasos resonaba en el espacio vacío. Tartaglia avanzaba con confianza, mientras Izuku trataba de mantenerse a su ritmo.
Siguiendo sus pasos cuidadosos mientras se adentraban en el interior de la fábrica. El suelo crujía bajo sus pies, y el aire estaba impregnado con el olor a metal oxidado y polvo. Tartaglia se movía con una confianza serena, como si conociera cada rincón del lugar. Finalmente, se detuvo en un área despejada de la fábrica, iluminada tenuemente por la luz que se filtraba a través de las ventanas rotas.

Tartaglia observó alrededor, evaluando el entorno con un vistazo analítico, y luego se dirigió hacia una silla metálica que parecía haber sido utilizada en tiempos pasados. Con un gesto invitador, se volvió hacia Izuku.

—Por favor, siéntate —dijo Tartaglia con una voz tranquila y una sonrisa amistosa—. Creo que este será un buen lugar para nuestra conversación.

Izuku se acomodó en una de las sillas cerca de la mesa, sintiendo que el ambiente relajado contrastaba con su propio nerviosismo. Tartaglia se sentó frente a él, manteniendo una actitud casual.

—Hoy quería hablarte sobre algo diferente —empezó Tartaglia, mirando a Izuku con interés—. No se trata de nada complicado, solo quiero conocerte un poco más y compartir algunas ideas.

—Claro —respondió Izuku, curioso—. ¿Sobre qué quieres hablar?

—Bueno, a veces es útil reflexionar sobre lo que nos motiva en la vida —dijo Tartaglia, gesticulando con las manos mientras hablaba—. ¿Qué es lo que te impulsa a seguir adelante? ¿Qué es lo que te apasiona?

Izuku pensó en la pregunta. La respuesta que encontró no era sobre héroes en sí, sino sobre su deseo de hacer una diferencia en el mundo.

—Siempre he querido ayudar a las personas con una sonrisa que cuando me vean sepan que no tienen que temer —dijo Izuku—. Desde pequeño, he admirado a aquellos que pueden hacer el bien y marcar una diferencia. Es lo que me motiva a seguir adelante.

—Interesante —comentó Tartaglia—. Es bueno tener una pasión que te impulse, pero a veces es importante también considerar cómo nuestras acciones afectan a los demás y cómo nos afectan a nosotros mismos. El equilibrio es clave.

Izuku asintió, reflexionando sobre lo que decía Tartaglia. La conversación parecía general, pero había algo en la manera en que Tartaglia hablaba que hacía que Izuku sintiera que había un mensaje más profundo.

—A veces, cuando persigues algo con tanto empeño, puedes olvidar el impacto que tiene en ti mismo y en quienes te rodean —continuó Tartaglia—. Es importante tomarse un momento para evaluar si estás en el camino que realmente quieres seguir, y si estás cuidando de ti mismo en el proceso.

Izuku miró a Tartaglia, sintiendo que las palabras tenían un peso que iba más allá de una charla casual. Tartaglia continuó hablando sobre diversos temas, desde las experiencias personales hasta la importancia de encontrar equilibrio en la vida.

—Recuerda, el viaje hacia cualquier meta es tan importante como la meta misma —dijo Tartaglia con una sonrisa—. Lo que haces cada día y cómo lo haces tiene un impacto más grande de lo que a veces pensamos.

Izuku se despidió al final de la charla, agradecido por la conversación y con una sensación de reflexión sobre su propio camino. Aunque la charla no había sido directamente sobre héroes, sentía que había aprendido algo importante sobre sí mismo y su motivación.

Mientras salía de la fábrica, Izuku pensó en la cita con Amber que se aproximaba el viernes. La charla con Tartaglia lo había dejado con una mezcla de pensamientos sobre su futuro y cómo equilibrar sus aspiraciones con los desafíos que enfrentaría.

Con el crepúsculo cayendo sobre la ciudad, Izuku se dirigió a casa, sintiendo una mezcla de determinación y contemplación sobre lo que le esperaba en los días siguientes

Después de que Izuku se despidió de Tartaglia y salió de la fábrica, Tartaglia se quedó solo en el interior. La conversación había terminado y la fábrica volvió a sumergirse en su silencio. De repente, el teléfono de Tartaglia comenzó a sonar, interrumpiendo la tranquilidad del lugar.

Tartaglia miró la pantalla y vio que era la misma persona que lo había llamado la vez anterior. Con un suspiro, se alejó de la entrada y contestó la llamada con un tono cansado.

—Hola, Tartaglia —dijo, su voz revelando un leve cansancio—. ¿Qué pasa ahora?

Escuchó atentamente durante unos momentos, su expresión cambiando a medida que absorbía la información. Luego respondió con un tono más serio:

—Sí, lo entiendo. Lo tendré en cuenta y te informaré de inmediato. Hablaremos pronto.

Colgó la llamada y se quedó unos segundos más en el mismo lugar, contemplando el entorno. La fábrica seguía en su estado desolado, y Tartaglia pareció perderse en sus pensamientos por un momento antes de finalmente dar media vuelta.

Después de colgar la llamada, Tartaglia se quedó unos momentos más en silencio, mirando al vacío de la fábrica. Finalmente, se volvió hacia el lugar donde Izuku había estado sentado y murmuró para sí mismo:

—Creo que tengo el engaño perfecto para él, pero creo que será muy difícil.

Con una expresión pensativa y decidida, Tartaglia dejó escapar un suspiro. La idea de su plan parecía desafiante, pero su mirada mostraba una mezcla de resolución y expectativa. Luego, se preparó para salir de la fábrica, su mente aún ocupada con los próximos pasos de su intrincado esquema

Izuku salió de la fábrica, el eco de sus pasos resonando en la penumbra mientras se dirigía a casa. Aunque el encuentro con Tartaglia había sido en apariencia tranquilo, algo en la conversación le había dejado un profundo impacto. El ambiente en la fábrica, con su aire sombrío y el tono enigmático de Tartaglia, lo había hecho reflexionar sobre cosas que no solía considerar.

A medida que caminaba por las calles, el sol de la tarde proyectaba largas sombras y la brisa ligera parecía susurrar en sus oídos. Izuku pensaba en las palabras de Tartaglia, tratando de desentrañar su verdadero significado. Aunque el tema había girado en torno a la vida y la lucha, había un matiz que no podía identificar completamente.

—¿Por qué me hizo pensar en todo eso? —se preguntaba, frunciendo el ceño mientras observaba el entorno familiar que ahora le parecía ligeramente diferente. El mundo parecía un poco más complejo, un lugar donde las cosas no siempre eran lo que parecían.

Al llegar a casa, se quitó la mochila y la dejó en un rincón de la sala antes de dirigirse a su habitación. Se tumbó en la cama, mirando al techo con una expresión pensativa. Su mente seguía regresando a la imagen de Tartaglia y su actitud relajada, casi como si estuviera jugando un juego que él aún no entendía.

Izuku trató de ordenar sus pensamientos, pero la sensación de confusión persistía. El encuentro con Tartaglia había sido más que una simple conversación; le había dejado con una sensación de inquietud y curiosidad. ¿Qué quería realmente Tartaglia que entendiera? ¿Cómo encajaba todo eso en su propio sueño de convertirse en héroe?

—Tal vez solo tengo que pensar en lo que quiero realmente —murmuró para sí mismo, sin mucha convicción. Aunque el deseo de ser un héroe seguía siendo fuerte, se daba cuenta de que necesitaba más claridad sobre cómo lograrlo.

A medida que el día se desvanecía en la noche, Izuku decidió que no podía permitir que sus dudas lo detuvieran. Aunque no tenía respuestas claras, estaba dispuesto a seguir explorando, a entender mejor lo que realmente significaba ser un héroe, y a encontrar su propio camino, incluso si no era tan evidente en ese momento.

Con esa resolución en mente, cerró los ojos, esperando que el tiempo le diera las respuestas que necesitaba, y se preparó para enfrentar el nuevo día con una mente abierta, dispuesto a descubrir más sobre sí mismo y su futuro.

El Doce De Los Heraldos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora