Dudas a ningún punto

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Izuku abrió los ojos lentamente, la luz de la mañana colándose a través de las cortinas. Permaneció en la cama, escuchando el suave murmullo de la ciudad que comenzaba a despertar. Todo seguía su curso habitual, pero él sentía como si estuviera atrapado en una especie de neblina, donde sus pensamientos se movían lentamente, casi con dificultad.

Se levantó, frotándose los ojos antes de posar la vista en el póster de All Might colgado en la pared. Un suspiro escapó de sus labios mientras las palabras de All might volvían a su mente:

"Está bien tener un sueño, pero tienes que distinguir la realidad de un simple sueño."

Se dejó caer en la cama de nuevo, sintiendo una especie de pesadez en su pecho. No es que estuviera dispuesto a renunciar a su sueño, pero esa línea entre la realidad y la fantasía parecía ahora más borrosa, menos definida. Siempre había creído que, con suficiente esfuerzo, podría cruzarla sin problemas, pero la voz de Tartaglia seguía resonando en su cabeza, como un recordatorio constante de que no todo era tan sencillo.

Finalmente, se levantó, decidido a no dejar que esos pensamientos lo consumieran. Con movimientos lentos y metódicos, realizó su rutina matutina, aunque esta vez lo hizo con un aire melancólico. Todo parecía un poco más gris, un poco menos lleno de vida, pero intentó apartar esos pensamientos mientras bajaba a la cocina para desayunar.

-Buenos días, Izuku -le saludó su madre con su acostumbrada sonrisa, irradiando una calidez que, en ese momento, él sintió como una especie de consuelo.

-Buenos días, mamá -respondió con un intento de sonrisa, aunque la melancolía se asomaba en sus ojos.

Se sentó a la mesa y, mientras desayunaba en silencio, su atención se dirigió al televisor encendido, algo que no hacía desde hacía mucho tiempo. Las noticias matutinas llenaban la pantalla, y aunque al principio no prestó mucha atención, una noticia en particular captó su interés.

La Agencia de Héroes de Best Jeanist fue robada nuevamente anoche", informó la presentadora con tono grave. "En esta ocasión, los ladrones se llevaron varios repuestos de equipo de héroes almacenados en la agencia. Afortunadamente, esta vez contamos con un testigo.

Izuku levantó la vista de su plato, ahora mucho más atento.

"El testigo, un civil que se encontraba en las cercanías, reportó haber visto a una persona sospechosa. Según su descripción, el individuo tenía el cabello de un color naranja distintivo y llevaba una máscara. Además, el testigo mencionó que parecía deslizarse en el agua, como si no tocara el suelo."

Izuku sintió un frío en su pecho. ¿Un tipo con cabello naranja, una máscara, y que parecía deslizarse en el agua? La imagen de Tartaglia apareció en su mente, pero inmediatamente comenzó a negarla, a rechazarla. No, no podía ser él. No tenía sentido. Tartaglia era fuerte, un guerrero formidable, no alguien que se dedicaría a robar en agencias de héroes.

Trató de encontrar alguna explicación, algo que desmintiera lo que estaba comenzando a temer. Quizás era otro con un aspecto similar, alguien más que simplemente coincidía en esas descripciones. No sería la primera vez que la gente confundía a dos personas por tener un rasgo en común.

"El color de cabello naranja no es tan raro..." pensó, tratando de convencerse a sí mismo. *"Y lo de deslizarse en el agua... podría ser algún otro poder similar, o incluso una mala interpretación del testigo... Sí, eso debe ser. No puede ser Tartaglia."

Izuku miró la pantalla del televisor, pero su mente ya estaba muy lejos, tratando de encontrar cualquier argumento que pudiera sostener esa negación. Recordó las interacciones con Tartaglia, la manera en que hablaba, la intensidad en sus ojos. Todo eso no cuadraba con la imagen de un simple ladrón. No podía ser él, no quería que fuera él.

El Doce De Los Heraldos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora